Estaba entre las ramas de un seto, como decimos, y no era fácil encontrarlo. Mientras, en lo alto, sus compañeros de nido —-si los había—- permanecían en silencio; sólo se percibía su llamada. Muy de vez en cuando alguien se acercaba a curiosear y entonces el pájaro quedaba callado y ambos, el pájaro y el curioso de turno, se observaban detenidamente en silencio.
Nosotros estuvimos esperando y vigilando durante un buen rato por si la madre acudía a socorrerlo atraída por la llamada desesperada. Pero las tareas cotidianas nos hicieron desistir de la interminable espera y nos marchamos con la intriga de conocer el desenlace. Quizá algún perro curioso percibió el piar desesperado y se acercó para olisquear. Quizá un niño jugando. Quizá un gamberro sin escrúpulos ni sentimientos. En cualquier caso, ¿habrán respetado su presencia?