Las ferias acercan los libros a los que no son habituales. Por añadidura, favorecen las compras con algunos descuentos promocionales. En el caso de Vigo hay que decir que se lee poco, muy poco, no nos engañemos. Es necesario promocionar la lectura. La ciudad más grande de Galicia es una urbe industrial donde la gente se quema trabajando y no dedica su tiempo libre para leer. Se toman vinos y cañas, se charla y se navega por internet, pero se lee poco.
Por eso es tan necesaria la feria en una localización cercana al público; recordemos aquel dicho de que si no va a la montaña… Y lo curioso y simpático de este año es que la estatua de Castro, el histórico vendedor de periódicos de la Rúa do Príncipe, ha quedado acorralado entre dos casetas. Al fin y al cabo, la prensa forma parte de la cultura y también habría que promocionarla.