En los últimos años, a la espera de las decisiones urbanísticas y las conveniencias políticas, muchos de los edificios y, sobre todo, el antiguo asilo, fueron albergue de gentes sin techo y picaderos de drogadictos. Resulta muy curioso el poder observar, aunque sea de modo transitorio, la bahía en una dimensión imposible con las barreras de los edificios que formaban el barrio.
Pero estas vistas privilegiadas serán por poco tiempo porque las nuevas edificaciones taparán, inevitablemente, algunos de estos rincones. Lo que muchas personas no perciben, entre otros detalles, es la cruz que corona la iglesia del antiguo asilo, en la que luce una inscripción con el nombre de su benefactora. No sabemos dónde irá a parar. Pero ya se sabe, aunque algunas personas no lo reconozcan, que nada es eterno y que todo cambia. Incluso algunas cosas terminan quedándose en el olvido.