«Después de haber estado muchos años sin funcionar, casi abandonada, llegó el día en que empezaron a derribar la vieja fábrica. Era un hermoso edificio industrial de finales del siglo XIX, uno de los últimos ejemplares de su estirpe que quedaban en pie.
El funcionario jubilado Dionisio Leganés, ávido lector de novelas policiacas, vivía justo enfrente. Muchas noches, contemplándolo desde su ventana, había pensado que aquel edificio solitario parecía el decorado de un relato de misterio. Todo en él le resultaba intrigante. Cuando miraba a su interior, a través de las numerosas ventanas con cristales rotos, imaginaba los más variados enigmas».
Este es el comienzo de una de las novelas imprescindibles del género fantástico en español y también de la literatura infantil y juvenil, de la que ahora se cumplen cuarenta años. Fue la primera obra de Joan Manuel Gisbert, autor cuyo historial de publicaciones y premios resulta inapelable: en 1979 obtuvo el Premio CCEI por «Escenarios fantásticos»; en 1980, el Premio Lazarillo por «El misterio de la isla de Tökland»; en 1982, entró en la Lista de Honor del IBBY por «El misterio de la isla de Tökland»; en 1983, «Leyendas del planeta Thámyris» fue considerado Libro de Interés Infantil del Ministerio de Cultura; en 1984 mereció el Premi de la Crítica por «Màgic concert i altres peces»; en 1985, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por «El museo de los sueños»; en 1989, el Premio Gran Angular por «La noche del eclipse»; en 1990, el Premio Barco de Vapor por «El misterio de la mujer autómata»; en 1992, el Prix Sorcières de Francia por «El guardián del olvido»; en 1994, la Distinción de la Jungenbibliothek de Munich por «Los espejos venecianos»; en 1995, el Premio Edebé por «La Voz de Madrugada»; en 1997, el Premio Cervantes Chico por el conjunto de la obra; en 1998, la Distinción Mejores libros del año del Banco del Libro de Venezuela por «La mirada oscura»; en 2000, el Premio Barco de Vapor por «El mensaje de los pájaros»; y en 2011, el Premio Literatura Sierra Oeste de Madrid al autor consagrado. Además, «Escenarios fantásticos» y «El guardián del olvido» fueron seleccionados por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez como dos de las cien mejores obras españolas del siglo XX en su campo.
Y no sin razón. «Escenarios fantásticos» es un canto a la imaginación como vía de reinterpretar el mundo, de entender el día a día de una forma nueva, apasionante. Ese comienzo del texto ya demuestra a las claras su intención: Dionisio Leganés es la personificación del hombre común que percibe maravillas incluso en un edificio abandonado, que fabula con la existencia de historias de misterio. Desde ahí surge una narración increíble, protagonizada por Demetrius Iatopec, cazador de espejismos, que recorre el mundo y los captura con un dirigible de alta tecnología, para construir con ellos un parque temático, llamado el Gran Teatro Mundial de los Espejismos. Pero este proyecto está condenado al fracaso —por una razón que solo se le podría haber ocurrido a Gisbert—, de modo que Iatopec se redefine a sí mismo, se transforma en el profesor Apolonius Dragotev, dueño del parque de atracciones del Arco Iris. Este lugar maravilloso, hogar de la fantasía, ofrece a sus visitantes atracciones tan sorprendentes como el túnel que lee los sentimientos, la cámara de las cosquillas, la máquina de fabricar cuentos o la música que llueve. Los títulos de los tres capítulos de la novela ya son bastante explícitos: «Jardines del dirigible», «La danza de las imágenes gigantes» y «El parque de atracciones del Arco Iris»
Gisbert es un creador de narraciones coloridas, sorprendentes y extrañas. En sus historias, la imaginación es la única arma válida para cambiar el mundo, con el fin de resolver enigmas imposibles. Sus personajes son grandes soñadores, capaces de todo a base de inteligencia, y sus novelas siempre acaban de un modo intrigante. Por eso ha sido considerado como uno de los autores imprescindibles de la literatura infantil y juvenil, por su capacidad para estimular la imaginación.
Joan Manuel Gisbert lleva 40 años produciendo novelas deliciosas como esta y visitando centros escolares para hablar con sus lectores. Somos muchos los que tenemos la inmensa fortuna de haber nacido en una época gisbertiana y haber crecido con sus historias. Gracias a eso, podemos disfrutar de una vida más imaginativa, donde una fábrica abandonada del siglo XIX puede ser el mejor escenario para una historia increíble.