La historia comienza a finales de la Reconquista. El temido Alí Kan, uno de los últimos reyes moros de la Península Ibérica, secuestra de su castillo a la condesa de Roca, la hace su esposa y tiene un hijo con ella. Ese niño se convierte, al paso de los años, en el caudillo de las tropas moras y terror de los castellanos, hasta el día en que su madre le revela, entre lágrimas, que ya estaba embarazada en el momento en que aquel monstruo se la llevó contra su voluntad. En un arrebato de furia al descubrirlo, Alí Kan la mata. En ese momento, y por primera vez, el muchacho ve con otros ojos al hombre al que tenía por su padre y, abrumado por la culpa, decide compensar sus malas acciones. Sin embargo, todos los cristianos conocen su rostro, de modo que la única manera que tiene para convencerlos de que pueden contar con él como aliado es crear una identidad nueva: así nace el «Guerrero del Antifaz».
La serie debutó en los quioscos españoles en octubre de 1944 y pronto se convirtió en la más popular de todos los tiempos, la de mayor tirada y mejores ventas. Solo el «Capitán Trueno» conseguiría, años después, superar su récord. Cada semana, miles de niños de toda España seguían las aventuras de este espadachín noble, héroe de acción y defensor de los mejores valores. Con él aparecían su escudero, el joven Fernando; su amada, la condesita Ana María; sus aliados, los hermanos Kir; y su eterna amada trágica, la musulmana Zoraida. Durante veinte años consecutivos, y varios años más en etapas posteriores, el valiente «Guerrero del Antifaz» protagonizó un folletín que se convertiría en pieza histórica fundamental del tebeo. Su creador, Manuel Gago, logró la inmortalidad con este personaje, como no lograría nunca con «El Pequeño Luchador», «Purk» o «El Corsario sin Rostro». El estilo de Gago era intenso, lleno de escenas apasionantes, luchas, persecuciones y misiones arriesgadas. No había un momento de respiro en aquellas historias, ni lo hubo durante muchos años, hasta que la propia muerte de su autor le puso fin.
Durante un largo tiempo, la serie del Guerrero ha recibido críticas injustas de machismo, racismo y apología del régimen franquista, que sin duda ha vertido gente que no leía sus historietas. Gago escribió guiones arriesgados en la época de mayor dureza de la censura, en los que aparecían cristianos traidores, musulmanes heroicos, mujeres emancipadas y autosuficientes, violencia machista retratada como tal, abuso infantil y otros temas igual de escabrosos, dentro de un contexto histórico y de aventuras que permitían dulcificar la verdad. Manuel Gago era hijo de un represaliado por el franquismo y en muchas ocasiones se arriesgó al escribir esta y otras series, más aún cuando el éxito del personaje fue brutal y todos ponían sus ojos sobre él. Hoy podemos hablar con libertad de muchas cuestiones y una de las que más se lo merecen es del valor histórico de Gago y de su contribución al mundo del tebeo.
El «Guerrero del Antifaz» ha cumplido setenta y cinco años y aún debe seguir cabalgando, en algún lugar donde la justicia esté en duda y alguien necesite de su espada. Porque los autores mueren, pero los héroes siguen luchando para siempre.