La citada urbanización consta de tres edificios en lo alto de Castrelos con 10 portales y 96 viviendas en cinco plantas, más entresuelo y bajocubierta, por lo que el efecto visual es de siete plantas. El conjunto residencial cuenta con gran piscina, jardines y zonas deportivas.
La primera sentencia sobre este residencial viene de 1994 que anula la licencia otorgada en 1991. En ese año el gobierno municipal estuvo presidido por Manoel Soto en su etapa final y por Carlos Príncipe al comienzo de su mandato. Lo que queda claro es que el gobierno del PSOE vigués fue el responsable de la concesión de la licencia en cuestión. Cualquiera de los dos políticos socialistas podrían ilustrarnos sobre el tema.
Pero hace unos días la sección segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia en su auto dice que (ahora) «se cumplen las condiciones para regularizar la situación del edificio».
Y continúa: «todas las pruebas permiten concluir con suficiente grado de certeza que las actuaciones de adaptación al ambiente previstas, incluidas las demolicones parciales ejecutadas, son suficientes para tener por ejecutada completamente la sentencia, ya que la edificación se ha adaptado al ambiente de la actualidad», subrayando además «que se han eliminado los impactos paisajísticos que determinaron la anulación de la licencia original».
«Las obras de adaptación» suficientes para legalizar la edificación según palabras del alcalde Abel Caballero consistían en «unas obras en unos áticos y alguna pared». Es decir que las obras (muy) menores realizadas en la parte alta del conjunto de edificios han bastado para poder integrar una muralla arquitectónica de 7 plantas reales y 10 portales, en una zona de viviendas unifamiliares.
Pero ahí no queda la cosa, el 23 de junio de 2018 podíamos leer los vigueses en un periódico regional la noticia que decía: «O Piricoto se camufla para evitar su derribo». En la misma se relataba como desde una grúa de 25 metros de altura, un trabajador pintaba la fachada del citado edificio de color «verde cacería», que debe ser una variedad de verde como el color de la ropa que suele llevar la gente adinerada aficionada a la caza mayor. Parece que habláramos de un chiste pero es absolutamente verídico.
Así que, querido lector, si Vd tiene un problema parecido con una construcción suya cuyo volumen edificado supere el de la licencia municipal, ya sabe lo que tiene que hacer, vaya a la sección de pinturas de la ferretería más próxima y ¡píntela de verde!