Desde el fallecimiento de Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975, han ocurrido muchas cosas y han acontecido muchos cambios, pero quizá no tantos como esperábamos; somos una democracia demasiado joven. Las elecciones generales celebradas el 28 de abril de 2019 constituyeron una demostración. Resultaron muy comprometidas en sus resultados y, en mi opinión, existieron fuertes presiones ocultas que impidieron las alianzas que se interpretaban como naturales: PSOE y Unidas Podemos.
En estas elecciones del 10 de noviembre los resultados no han sido mejores que en las anteriores: la derecha y la ultraderecha ha ganado todavía más terreno, sin embargo, las alianzas políticas que parecían prohibidas se han consolidado a las pocas horas. Opino que esa unión ha sido una reacción de defensa ante el avance imparable del franquismo, incluso en contra de esas fuerzas ocultas (gran banca, Estados Unidos de América, la ultraderecha, la propia monarquía española) que en su momento impidieron las uniones políticas en las elecciones de abril.
Opino que la evacuación de los restos mortales de Francisco Franco del Valle de los Caídos (la imagen ha sido tomada de la retransmisión de TVE del acto de exhumación) se ha realizado a destiempo; debiera haberse hecho hace muchos años o en otro momento menos comprometido políticamente. La exhumación de Francisco Franco, la situación de Cataluña y la falta de representantes políticos de nivel, han servido para despertar los instintos más conservadores de un gran sector de la población y han contribuido a desplazar el voto a la derecha; los resultados están a la vista.
Las últimas elecciones del 10 de noviembre han puesto de manifiesto que el franquismo va cobrando fuerza. Tengo la impresión de que este día 20 de noviembre ya no será igual a los precedentes. El franquismo sin Franco no tiene mucho sentido, sin embargo, aunque Francisco Franco esté enterrado, el franquismo sigue tan vivo como siempre.