De hecho, su inicio fue casi institucional. Caballero empezó hablando de la industria y la automoción de Vigo. De sus motores económicos, de su fuerza y de la gente que la hace grande trabajando cada día en ella. Explotó el orgullo de una ciudad en la que “todos vamos juntos” porque se trata de un “proyecto colectivo”. Y lo relacionó todo con la pasión de vivir la Navidad sintiéndola de una forma especial.
El alcalde no se olvidó de saludar a todos los presentes. A todas las calles que tenía a su vista y a los cuatro puntos cardinales. Y una vez hechos los honores con Vigo se pasó a Pontevedra. Y a Ourense. Y a Galicia entera. Y empezó a enumerar urbes de España, desde Valencia hasta León pasando por Sevilla. Porque Caballero quiere que su ciudad se llene de visitantes y que los más de 8.000 ayuntamientos del país viajen a ver las luces de Navidad. “Que las luces de Vigo iluminen todo Vigo, toda Galicia, toda España y la vieja y nueva Europa”, gritó.
En su intervención, como cabía esperar, Caballero se acordó de otros alcaldes del mundo para mudar el tono y ponerse más bromista. El primero, el de Nueva York, Bill de Blasio, al que amigablemente invitó a visitar las luces en –esta vez- un perfecto inglés. Luego repitió pique “cariñoso” con su homólogo de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, un “osado” por haberle “retado” con el despliegue lumínico para que al final “no hubiese partido” al ganar Vigo por “incomparecencia”.
Y, por último, por sorpresa, mencionó a Adau Colau, regidora de Barcelona, que criticó el gasto energético que producen diez millones de luces encendidas durante siete semanas. “Que venga a Vigo y vea el arte de las luces de esta ciudad y que las disfrute con nosotros”, propuso Caballero. Al final, despidió a los presentes, en su mayoría vigueses, con su frase favorita: “Os quiero, os quiero y os quiero”.
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