La política en este país es un “pin pan pun” desde el año de “catapún chinpún”, pero últimamente más que nunca. Cuando parecía imposible la constitución de un nuevo gobierno de coalición progresista, se ha montado en un “plis plas”.
Y a la oposición le ha parecido un asco “puag” y se ha puesto a llorar “buaaa”. Sobre todo el Partido Popular, que ha emitido un sonoro “aggghhh” horrorizado y ha puesto el reloj a contar los minutos que faltan “tic tac, tic tac” para la caída de un Ejecutivo que consideran endeble y ruinos para España, que asco “puaj”.
“Jajaja” se ríe Iglesias, os jodéis fachas recalcitrantes con hambre de poder “ñam ñam”, a chupar rueda y a sorberos los mocos “snif, snif”. “Buuuuuu” abuchea la derecha, preparada para abalanzarse sobre cualquier error o acierto para quebrar la confianza de la izquierda radical “catacroc, crac, crac”. “Uffff”, que hartitos nos tienen a todos “zzz, zzz, zzz”, que cansinos , que tediosos, que dolor de cabeza que nos dan “ay ay ay”. Ya podrían reventar todos “boom”.
Ahora andan abroncados con el pin parental que permita a los padres escoger qué educación sexual y religiosa deben recibir sus hijos, que ni van a pinchar ni cortar. Unos políticos quieren “pin” y los otros “pan” y “pun”. “Bah”, qué tiempos aquellos en que el control de los padres y las madres iba por wifi. Bastaba la mirada del tigre de tu padre o la zapatilla amartillada de mamá, que enseñaba con cariño y sin rencor, “mua, mua, mua”. Sin embargo, en esta sociedad en la que ya solo puede imperar lo políticamente correcto “gasp”, tenemos que sufrir una comunidad política penosa “huy huy huy” y callar “ssshhhh”.