El derribo del antiguo asilo de ancianos y de las casas que formaban el conocido Barrio do Cura están transformando una de las zonas más céntricas de la ciudad de Vigo.
Además de los nuevos edificios y plazas que se construirán en ese inmenso solar que puede apreciarse en esta fotografía, la Rúa Torrecedeira tendrá una conexión adecuada —y muy esperada— con el Casco Vello, y se humanizará, por fin, un entorno que durante años fue degradándose y dando una mala imagen de la ciudad.
Cuando terminen los derribos y todo esté construido esta imagen quedará para el recuerdo, del mismo modo que en su día desapareció la fábrica del gas, cuyos depósitos aún eran visibles en la década de los ochenta, exactamente donde hoy existe el pabellón deportivo de O Berbés. Y Atrás quedará, también, el recuerdo de la playa de San Sebastián, una playa que estaba en el centro de la ciudad y que se quedó bajo los rellenos necesarios para los nuevos muelles y las instalaciones portuarias, lo que era Casa Mar —donde ahora está el auditorio Mar de Vigo—, Frigoríficos del Berbés y factorías pesqueras de todo tipo, además de lo que hoy es la lonja. En definitiva, la ciudad de Vigo se quedó sin la playa de San Sebastián, con su casa de baños incluida, y sin las otras pequeñas playas que aparecían con la bajamar un poco antes de los astilleros de Barreras. De aquella realidad y de aquellos recuerdos sólo queda el pequeño edificio del bar “María de la playa”, ya cerrado hace unos años —frente al astillero de Barreras—, y a donde en otros tiempos acudían los pescadores. Todos aquellos cambios eran el progreso.
En los años sesenta e incluso setenta del pasado siglo XX el mismo progreso fue de la mano del “feísmo” y la brutalidad constructiva, llevándose por delante sin ningún pudor construcciones de gran valor arquitectónico para dar paso a edificios donde las alturas sin sentido y las líneas arquitectónicas sin armonía compensaban los intereses económicos por encima de las razones urbanísticas cabales, sin que hasta la fecha hayan asumido sus culpas los responsables de aquellos desmanes que contribuyeron a enriquecimientos ilícitos, siquiera en el terreno moral. Cualquiera puede comprobar en la ciudad de Vigo la existencia de enormes edificios de dudoso diseño que, en algunos casos, incluso tapan las vistas sin respetar, siquiera, los miradores más simbólicos —el Paseo de Alfonso XII es un buen ejemplo—. Y no sólo los edificios, sino también la estrechez de algunas calles como consecuencia de unos planes urbanísticos diseñados por el afán de la codicia —la Rúa Zamora y la Rúa Barcelona son claros ejemplos—. Cabría preguntarse dónde están los responsables de aquellos tiempos, los que presumían de responsabilidad política y que se llevaron por delante un patrimonio que era de todos los vigueses. Aquellos políticos no supieron ni siquiera conservar los tranvías, cuya desaparición estuvo rodeada de enormes controversias e intereses y que era un transporte ecológico y, además, un reclamo turístico y un símbolo de la ciudad.
En la actualidad las cosas se están haciendo con mucho más tino. Nunca será al gusto de todos, pero los pros y los contras se analizan desde un punto de vista mucho más amplio, además, los mecanismos democráticos impiden los abusos de un pasado que conviene desempolvar de vez en cuando para que nadie se olvide y que todo el mundo conozca, para cobrarnos la responsabilidad política de los que realizaron los destrozos. Ahora, ya digo, aún con posibles defectos, todo resulta más razonable y coherente. Estamos seguros de que el desarrollo del nuevo Barrio do Cura dotará a la ciudad de Vigo de un espacio moderno con unas acertadas conexiones entre la zona baja y la zona alta de la urbe. Una imagen moderna para un Vigo del siglo XXI.