Ha llegado al mercado español la nueva novela de Mathias Malzieu, autor de «La mecánica del corazón», entre otros muchos libros, y líder del grupo musical Dyonisos. ¿Por qué es tan famoso este hombre? ¿De verdad merece tanto la pena lo que escribe?
«Aquel 3 de junio de 2016, en París llovía a pleno sol. En la torre Eiffel crecían arcoíris, y el viento peinaba sus crines de unicornio. El repiqueteo de la lluvia marcaba el ritmo de la metamorfosis del río. Los embarcaderos se convertían en playas de asfalto. El agua subía, subía y seguía subiendo. Como si alguien hubiera olvidado cerrar el grifo del Sena.
En las orillas florecían rosaledas de paraguas a cámara rápida. Ambiente de desfile de moda con botas de agua. Todo el mundo quería ver el río saliendo de su cauce. Notre-Dame, olvidada. ¡La nueva estrella era el Sena!»
Mathias Malzieu es el maestro de las metáforas radicales y mágicas. Sus novelas crean un universo propio de mujeres–pájaro, gigantes sabelotodo, bombones con sabor a beso y afecciones cardíacas que se solucionan con las agujas de un reloj. Nada es realista ni imposible en sus historias, pero todo transmite una impresionante verdad. Sus personajes siempre están dañados, pero extrañamente consiguen sobreponerse a las pruebas más duras y arreglar sus corazones rotos. La maternidad, el legado, la pérdida de un ser querido, la enfermedad, la muerte y, en este caso, el amor, se muestran de un modo nunca visto, con la fantasía como forma de plasmar la realidad.
Con frecuencia los detractores de géneros como la ciencia–ficción y la fantasía dicen que no les gustan porque no son creíbles, sin entender que las mejores obras de esos géneros utilizan la irrealidad como medio de expresión de lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Los robots, los elfos o los gigantes son sublimaciones de nuestras cualidades humanas, traslaciones al papel que nos permiten mirarnos desde fuera y juzgarnos. Malzieu lleva esa estrategia mucho más lejos, con influencias de Tim Burton y Roal Dhal. Sus monstruos son temibles, pero debajo de esa coraza de autoprotección se muestran maravillosos, si el lector está dispuesto a profundizar en el dolor que hizo que se defendieran.
«Una sirena en París» es la historia de dos personajes perdidos en el mundo: la última de las sirenas, que ha compuesto una canción letal para vengarse de todos los hombres; y un músico que actúa en una barcaza en el Sena y guarda los tesoros de su abuela y de unos cuantos fantasmas más, para no olvidarse de ellos. «Los fantasmas de mis recuerdos apoyan los codos en la barra» es la clave para entrar en la bodega del Flowerburger, la barcaza que heredó y en la que, como indica su nombre, se sirven hamburguesas con forma de flor. El pasado sigue vivo allí dentro, en forma de objetos que todavía conservan la magia de aquellos personajes míticos, los sorpresistas, que creían por encima de todo en la imaginación. Poemas, estrofas, piñatas y flores aguardan ahí, junto a las aguas del Sena, para sorprender una vez más a sus clientes. Pero Gaspart Snow, su dueño, ha perdido la confianza. Las deudas se acumulan y su padre está a punto de vender el Flowerburger, con todos los recuerdos dentro.
Para Mathias Malzieu, la literatura es una forma poética de recomponer los cristales rotos, un juego de metáforas sorprendentes que muestra la realidad a través de lo extraño, como en los espejos deformantes de las ferias. En esa sirena resentida y ese sorpresista sin sorpresas estamos todos nosotros, con nuestros propios miedos, inseguridades y heridas antiguas. El amor, la pérdida y la incertidumbre de sus extraños personajes son más nuestros que los que aparecen en muchas novelas hiperrealistas, y así nos sirven para confrontarnos en las páginas de sus libros. Otra cosa es que seamos capaces de juzgarnos con tanta honestidad y, sobre todo, de recomponernos en menos de 200 páginas. Pero eso ya es trabajo de cada uno.