Hoy cumple 76 años uno de los escritores más importantes de novela histórica a nivel mundial. Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas y adaptada en dos ocasiones a la televisión, con gran éxito. Sin embargo, él afirma que simplemente empezó a escribir porque necesitaba dinero. En este artículo hablaremos de una de sus obras menos conocidas.
«Sir Henry Forrest, banquero y regidor de la ciudad de Londres, casi sintió náuseas al entrar en Press Yard debido al terrible olor, peor que el hedor de los desagües de las cloacas donde Fleet Ditch desembocaba en el Támesis. Era una pestilencia digna de los pozos más negros del infierno, una fetidez inmunda que dejaba a uno sin aliento y que hizo que sir Henry diese un paso involuntario hacia atrás, se pusiese un pañuelo en la nariz y aguantase la respiración temiendo estar a punto de vomitar.
El guía de sir Henry se rió entre dientes.
—Yo ya no noto el olor, señor —comentó—, pero supongo que es mortalmente malo a su manera, mortalmente malo. Cuidado con los escalones, señor, tenga cuidado».
Con este descenso al horror que suponían las prisiones londinenses a comienzos del siglo XIX, empieza «El ladrón de la horca», una novela policíaca sin policías, pero con un misterio por resolver. Bernard Cornwell reconoció que le había impresionado mucho descubrir la manera en que se investigaban los crímenes en Gran Bretaña antes de la creación del primer cuerpo de Policía, que tuvo lugar en 1829. En aquel entonces, cuando existía algún crimen inexplicado, el Gobierno podía contratar de forma puntual a un experto que condujera una investigación y después regresara a su ocupación previa. No había formación específica, ni metodología, ni registros o experiencia en ese trabajo, así que los resultados por fuerza tenían que ser malos. Esto llevó a Robert Peel, Secretario del Interior, a crear la Policía Metropolitana, que recibiría más tarde el sobrenombre de Scotland Yard, mientras que a los agentes de policía, en honor a su fundador, se los apodó afectivamente «bobbies».
Cornwell, entusiasta de la historia británica y del poder de divulgación de la literatura, se decidió a tratar este asunto en una de sus novelas. El resultado es una trama de investigación detectivesca, con una descripción cruda de la terrible vida en las cárceles, la situación de injusticia de los presos y la manipulación de la ley que llevaban a cabo los poderosos. El trasfondo de la historia es la diferencia de clases sociales, con la impunidad que lograban los de arriba, frente a lo dura que resultaba la existencia para los otros.
El protagonista es el capitán Rider Sandman, veterano de las guerras napoleónicas y jugador de cricket, a quien contrata el Secretario del Interior para encontrar pruebas que eviten cualquier duda sobre la culpabilidad de Charles Corday, sospechoso de haber asesinado a la condesa de Avebury y sentenciado por ello a morir en la horca. Todo el mundo ha decretado ya que Corday es culpable y solo buscan que alguien lo corrobore sin ninguna duda. El sistema no está preparado para comprobar que pueda haber errores, de modo que Sandman solo es un pretexto para ahorcar al sospechoso con todas las garantías. Pero entonces él descubre que quizá las cosas no sean tan sencillas. La investigación conduce a Sandman a descubrir los trapos más sucios de la alta sociedad londinense, que se defiende con todas sus fuerzas de la opinión de un soldado sin apellido nobiliario ni fortuna que lo sustente. Y ante la duda, él llevará siempre las de perder.
«El ladrón de la horca» es una dura crítica a la sociedad de clases, que envía a sus jóvenes a la guerra para defender el Imperio mientras en la capital las únicas leyes son el dinero, la pertenencia a una familia noble y el respaldo de un círculo social. Contando con eso, cualquier práctica es aceptada, cualquier transgresión es lícita. Sandman no tiene nada a lo que agarrarse, solo a su propios valores, en una época en la que eso no tiene valor.
Bernard Cornwell se ha convertido con los años en uno de los mayores expertos en la historia del Reino Unido y posiblemente el más comprometido con su divulgación. Admirador confeso de las novelas de aventuras navales de C. S. Forester, es el creador de la larga saga del fusilero Sharpe (más de veinte novelas, y que fue adaptada para televisión), de las «Crónicas del señor de la guerra» (tres novelas), de la serie «Sajones, vikingos y normandos» (diez novelas) y varias más. Se ha convertido en uno de los escritores vivos más seguidos del mundo y en 2006 fue nombrado Oficial de la Orden del Imperio británico. Curiosamente, ha reconocido en diversas ocasiones que su trabajo literario comenzó por una razón puramente alimenticia: en 1979 contrajo matrimonio con la que sería su segunda mujer, una agente de viajes norteamericana, con la que se establecería desde entonces en los Estados Unidos. Sin embargo, al no disponer de la tarjeta de residencia, no podía realizar ningún otro trabajo, así que se puso a escribir, con dos elementos en la cabeza: el placer que le habían producido a él como lector las obras de Forester y el escaso conocimiento que había entre los británicos acerca del pasado de su nación. Gracias a su enorme producción literaria, ahora ese vacío es mucho más escaso.
A veces las necesidades económicas se confabulan con el genio creador para que todos los lectores podamos beneficiarnos. Y además este año Edhasa se ha propuesto reeditar en España toda la saga del fusilero Sharpe, por orden cronológico. Un momento perfecto para subirse al carro.