Hasta ahora permanecemos en confinamiento, que cuando menos va a ser de 30 días. Todo a una carta. Confinamiento sí o sí. Lo demás caerá del cielo por añadidura.
Los centros de atención primaria cerrados, no saturados. Cada uno más o menos a su suerte. La información sustituida por la propaganda. La crítica por la obediencia.
El quédate en casa no es un argumento, es una orden.
Modos asiáticos de proceder, algunos pensarán que si no podemos competir con el dumping social de China, sí podemos emularlos por el lado despótico, pero sin el lado eficiente que los chinos parecen mostrar a la hora de construir macrohospitales en tiempo expréss de unos pocos días y semanas.
En esta crisis estamos viendo la irrelevancia de la UE, ya no como actor global sino como agente doméstico. De ahí para abajo la nadería, con aliño de impostura y autoinfatuación.
El tiempo transcurre inexorable, ralentizado, haciendo su parsimonioso y silencioso trabajo al margen de unas decisiones y capacidad reactiva ágil ausentes.
¿Tenemos gobierno o tenemos mandamases demediados? Gobernar es anticipar, prevenir, no sólo mandar y esperar que el tiempo nos cure o nos mate o ambas cosas, pues la vida camina de la mano de la muerte.
Anticipando, gobernando. ¿Y el día después?