El día 13 de febrero de 2020 falleció Maximino Torrado Andrade, brigada de la Guardia Civil y actualmente destinado en la ciudad de Vigo, aunque hacía poco tiempo que se había tenido que jubilar, al cumplir 65 años. Era natural de Ponteceso (A Coruña), y nació en 1954 junto a la capilla de San Tirso de Cospindo, donde están enterrados los restos de Eduardo Pondal. Su padre era cocinero y él era el mayor de cinco hermanos. Tenía una memoria privilegiada, vivió rodeado de libros y desde muy pequeño se aficionó a la lectura, que fue su gran hobby durante toda su vida. Realizó el servicio militar en Ferrol, en la marina, y se casó con Obdulia Oreiro cuando ambos tenían diecinueve años de edad. Sus inicios en el mundo laboral no tuvieron nada que ver con lo que sería su auténtica vocación y que aún estaba por descubrir.
Después de cumplir el servicio militar en la marina, en Ferrol, obtuvo la licencia de fontanero. Siendo fontanero, cuando tenía poco más de veinte años requirieron sus servicios para reparar una avería en el cuartel de la Guardia Civil de Ponteceso. Allí fue donde despertó su verdadera vocación: la Guardia Civil.
Luego de una breve preparación aprobó la oposición con el número uno de su provincia e ingresa en el Cuerpo a mediados de febrero del año 1977. Entró en la Escuela de Formación de Sabadell donde también obtuvo el número uno de su promoción. Su primer destino fue la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón (Asturias), en el puesto de especialistas fiscales del puerto de El Musel. A los pocos años, en 1981 aprobó el ascenso a Cabo y al año siguiente para Cabo 1º, siendo destinado a la Comandancia de la Guardia Civil de Bilbao, donde ejerció como encargado del Equipo de Servicios.
En el año 1985 volvió a Vimianzo (A Coruña) y un año después regresó a la Comandancia de Vizcaya para hacerse cargo de la Administración de las casas cuartel de Algorta (Getxo) para su protección y seguridad. Allí, según cuenta Belén Torrado, su hija, padecieron la difícil circunstancia de vivir en los tiempos más duros en los que ETA era una continua amenaza. Todas las precauciones eran pocas incluso para los más pequeños, que tenían que jugar en los patios interiores de los cuarteles, siempre bajo vigilancia. Aquella situación, según cuenta Belén, contribuyó a estrechar los lazos de hermandad entre quienes tuvieron que vivir casi confinados sufriendo el asesinato de muchos compañeros y amigos.
Maximino Torrado siempre tuvo interés en mejorar profesionalmente y en conseguir su destino en Galicia, su hoja de servicios es impecable. Realizó el curso de motorista Todo Terreno y más tarde aprobó el examen de Sargento. Después de varios destinos (Vilagarcía y Vigo) ascendió a Sargento Primero y luego a Brigada, siendo destinado al aeropuerto de Hondarribia (Fuenterrabía), en Guipúzcoa, como Jefe del Destacamento de Seguridad. Luego volvió destinado a Galicia, concretamente a A Lama, de allí como Comandante a Ribadavia (Ourense), y en el año 2006 se hace cargo de la oficina de la Plana Mayor en la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra. En el 2008 pasó a la Reserva voluntaria y se le concedió, a petición suya, la responsabilidad de la oficina de Acción Social de Vigo, uno de los puestos que le resultó más gratificante al poder ayudar con trámites y con su apoyo a sus compañeros y a sus familias.
Se le concedió la “Vinculación Honorífica” a la Guardia Civil, distinción que consideró un gran honor y de la que también se sintió profundamente orgulloso. Su vocación y su entrega personal eran tan grandes que posteriormente a su jubilación aún seguía acudiendo al cuartel para ayudar en la organización de la celebración del día del Pilar, pero dos meses después de su retiro comenzó a percibir los síntomas del tumor que acabó con su vida, una vida de sacrificio y dedicada por entero al servicio a los demás a través del Cuerpo de la Guardia Civil. Sus cenizas descansan junto a la casa donde nació, junto a la capilla de San Tirso de Cospindo, en Ponteceso.
He tenido el privilegio de conocer personalmente a Maximino Torrado, una espléndida persona y un gran profesional. Su hija, que lo recuerda con enorme cariño y admiración, le dedica las siguientes palabras:
Mi padre ha reído, ha llorado, ha perdido amigos y compañeros en el camino, siempre seguro de que la muerte no era el final. Nos veremos cuando toque, espero que seas tú, papá, quien me enseñe el camino de vuelta, te quiero siempre en mi corazón.
Gracias papá, por habernos hecho la prioridad en tu vida. Gracias por tu generosidad y bondad inmesurable. Por enseñarme que incluso en los peores momentos se puede ser absolutamente correcto en las formas. Gracias por haberme dado la vida. Honraré tu destino y ahora yo viviré por los dos.
Tu hija