El fallecimiento de Julio Anguita no ha cogido a nadie de sorpresa. Desde hace años tenía una salud delicada. Cierto que la muerte nos espera a todos tarde o temprano, pero a Julio Anguita se lo llevó cuando todavía podía haber realizado grandes aportaciones. Su etapa como político activo siempre será recordada como un modelo de honradez y de coherencia, tanto en sus palabras como en su modo de vida. Su presencia en el Congreso de los Diputados ha dejado la huella de un gran parlamentario, un brillante orador político que sabía conjugar la palabra respetuosa y la defensa de la propia ideología, sin mostrar ninguna flaqueza, siempre defendiendo a los más débiles y oprimidos. Hoy, en cambio, y salvo alguna excepción honrosa, opino que no hay parlamentarios como en aquella época en la que brillaban parlamentarios en todo el espectro político, desde la derecha hasta la izquierda.
Julio Anguita era un hombre muy discreto, sin embargo, recuerdo que en una de sus últimas entrevistas, al hilo de una pregunta de la persona que lo entrevistaba, comentó que su coche era un Seat León, un utilitario. Confieso que me llamó la atención porque ese detalle, además de vivir sin ningún tipo de lujo u ostentación, me sirvió para confirmar que la imagen que todos teníamos de él era la de una persona coherente hasta el final de sus días, algo que siempre se le ha valorado positivamente desde todo el abanico de la política española. Sin duda, Julio Anguita fue un ejemplo de coherencia personal y política.