Los demócratas debemos felicitar a Núñez Feijóo por su victoria en estas elecciones gallegas de 2020, aunque hayamos votado otras opciones políticas. A la vista de los resultados se pueden hacer muchas valoraciones desde diferentes puntos de vista técnicos, sin embargo, al ciudadano de a pie le gusta ver las cosas de un modo más sencillo porque los resultados son los que son: Feijóo ha ganado por mayoría absoluta en Galicia; el Bloque Nacionalista Galego (BNG) ha ascendido al segundo puesto de las fuerzas políticas del parlamento gallego; y el Partido Socialista de Galicia (PSdG) ha descendido hasta posicionarse en tercer lugar. Es importante resaltar que se quedan fuera del espectro político gallego los partidos Galicia en Común, Ciudadanos, Vox, y Podemos, que iba en coalición con Esquerda Unida y Anova. Esta es la realidad tangible.
Conviene comentar que Núñez Feijóo no se caracteriza, precisamente, por haber hecho grandes cosas, sino más bien lo contrario. Son notorios sus recortes en sanidad, con reducción de personal, con contratos abusivos y con el cierre de hospitales y ambulatorios, con una mala gestión de las residencias de la tercera edad. Su política industrial ha sido desastrosa, sin evitar el cierre de varias industrias y con una mala gestión de los recursos energéticos. Es notoria, también, la catastrófica gestión de las Cajas de Ahorros gallegas, que casi llegó a regalarlas después de haberlas hundido al forzar su unión. También hay que reconocer que supo vender muy bien su imagen política, sobre todo con la gestión del Covid19, dando la imagen —propagandística, por supuesto— de que su Galicia estaba por encima de las decisiones de su partido a nivel de España. Pero, en definitiva, Feijóo ha sido un desastre de gestión; no hizo nada.
Sin embargo, a pesar de todo lo que acabamos de comentar, Feijóo ha consolidado de nuevo su mayoría absoluta y estos resultados habría que justificarlos, en mi opinión, con la propia idiosincrasia gallega: el gallego es un pueblo desconfiado al que no le agradan las novedades, por muy buenas que puedan parecer. Está claro que muchas gallegas y gallegos han preferido otorgarle la confianza a Feijóo y no hacer ningún experimento con otras opciones. Sin olvidar que en el interior de Galicia sigue existiendo el voto cautivo, el voto del agradecimiento. Pero todo esto no ocurre en los núcleos industriales, sobre todo, en la ciudad de Vigo, donde el Partido Popular ha quedado muy igualado en resultados.
En mi opinión, los votos de la izquierda gallega son prácticamente los mismos de siempre y sólo se han movido los de unos partidos hacia otros de tendencia equivalente. Así, el BNG se ha visto favorecido con muchos votos que le han llegado desde otros partidos de la izquierda, como es el caso del PSdG, de Podemos y de otros partidos minoritarios de izquierda. El PSdG no sólo ha perdido votos, sino que no ha sabido recoger los votos del centro. Y mientras la izquierda veía cómo se movían los votos entre sus partidos, el Partido Popular mantuvo su nivel de votos. Esa es, en mi opinión, la realidad.
En fin, Galicia tardará muchos años en ser la protagonista de un cambio político porque es conservadora y desconfiada, y porque los partidos de izquierda, los progresistas, no han sabido aglutinar su esfuerzo abriendo el abanico desde el centro.