Vigo convivirá hasta 2024 con un gobierno conservador en la Xunta pilotado por Alberto Núñez Feijóo porque un alto porcentaje del electorado gallego así lo ha decidido. Pero la mayoría, estrictamente, no incluye a la primera ciudad de Galicia, le guste o no a la eufórica Corina Porro.
Por cuartos comicios consecutivos, el PPdeG ha firmado una mayoría absoluta que le ha hecho recuperar la sonrisa en la comunidad autónoma. Sus encuestas eran optimistas, pero el nivel de abstención y cierta preocupación por ausencia de sus fieles ante la pandemia mantenía a Feijóo expectante. Con todo, extrapolado al municipio, el resultado solo confirma la sangría de votos que los populares llevan perdiendo en la ciudad por el desgaste que les ocasiona el alcalde vigués.
No, Abel Caballero no se presentaba a las elecciones, pero los desencuentros de la Xunta con el regidor han provocado que casi cada cita con las urnas se mire, al menos de refilón, también en términos municipalistas por parte de la ciudadanía.
De hecho, el alcalde lleva años señalando al presidente de la Xunta como un político nada cooperativo con Vigo pese a estar censado en la ciudad. Y el discurso de Caballero, claro (“la Xunta no invierte en Vigo”), ha ido calando en el electorado. “Sé que hay muchos vigueses que en otros comicios votan al PP o al BNG, pero en las municipales me votan a mí”, sostenía el regidor días antes de celebrarse las Municipales 2019. Y no le faltaba razón. Porque el PPdeG se ha convertido en la ciudad en un ejemplo de fuga de votantes, trasvasados fundamentalmente hacia el Partido Socialista. No, Porro no debería estar nada feliz.
Insistirán en el PP que estas eran unas Autonómicas. Pues apunten que no lo parecieron. Este domingo, Corina Porro, alcaldesa desde 2004 a 2007 y fichada para intentar poner orden en el desaguisado del PP vigués, sonreía. Carece de motivos. El gesto no puede ocultar la situación viguesa en las preocupadas filas populares. Por vez primera desde que Feijóo se presenta como candidato a la Xunta, el PSdeG ha logrado firmar un empate técnico en Vigo (44.064 papeletas del PP, 43.332 para el PSOE). Se dice pronto, pero el peso de la historia jugaba en contra. De desventajas de más de 14.000 votos en las urnas en 2009 y 2012, algo más de 7.500 en 2016, los socialistas han pasado a ganar unos 10.000 votos sobre hace cuatro años, mientras la candidatura de Feijóo ha cedido hasta 7.000 sufragios y la lista Gonzalo Caballero se ha situado a solo 732 votos. Recuérdese que la primera mayoría absoluta de Abel Caballero en unas municipales se dio en 2015; un año más tarde, las Autonómicas otorgaban 33.492 al PSOE frente a los 41.062 de En Marea. El PP acumulaba 51.065 sufragios. Ahora, con el peor resultado de Feijóo en Vigo desde que se presenta -y también el peor del siglo-, la ciudad ha mostrado su desacuerdo con sus políticas. Sus asesores dirán que no se le entiende, pero ha sido un bofetón al presidente en toda regla pese a la honrilla de ser la lista más votada.
En términos comparativos, el empate técnico en Vigo se repite por segunda vez en el siglo, pues en los comicios de 2005, cuando el bipartito PSOE-BNG desalojó al PP de la Xunta para que Pérez Touriño fuese el presidente gallego, también se dio (57.693 papeletas populares por 57.154 socialistas).
¿Es un triunfo para el jefe del gobierno vigués? Sí. Los socialistas gallegos llevaban tres candidatos tumbados por Feijóo (Emilio Pérez Touriño, Pachi Vázquez y Xoaquín Fernández Leiceaga) con resultados desalentadores en Vigo. Ahora ya son la segunda fuerza en Vigo también en la lectura autonómica, relevando a En Marea. El Bloque ha crecido (31.268), pero llegaba de un estado lamentable (9.503), su peor resultado del siglo. ¿Que Galicia dice Feijóo, Feijóo, Feijóo? Pues Vigo invoca otro nombre (Abel, Abel, Abel) a apenas una decena de días de cumplirse once años de la única visita oficial del presidente Feijóo al Concello. Once, sí.