«No te servirá ningún entrenador que fiches y el equipo vivirá al borde del precipicio». Tal cual sería la maldición de Eduardo Berizzo cuando hace tres temporadas Carlos Mouriño decidió no renovar al entrenador argentino. ¿A que parece que el club tiene ese mal de ojo encima y va penando una temporada tras otra?
Por supuesto que, aunque lo parezca, a don Eduardo no se le ocurriría hacer algo así, porque conocemos su amor a la camiseta celeste. El error del presidente del club fue mayúsculo con un entrenador asentado con su plantilla y que estuvo muy cerca de alcanzar las finales de dos títulos. Por no querer llegar a la cantidad pedida por Berizzo y no permitir que tuviera voz y voto en los fichajes del club, don Eduardo se nos fue dirección Sevilla, donde no se puede decir que tuviera mucha suerte. Pero el mal ya estaba hecho.
Después de la marcha del Toto, Carlos Mouriño se dedicó a fichar segundos entrenadores (Unzué), otros desconocidos y curiosos (Mohamed y Cardoso) y al señor Escribá, al que no encuentro casilla donde clasificarlo.
Del señor Óscar García no se puede decir que hubiera triunfado en ningún club de La Liga y por tanto era una apuesta arriesgada. Por lo que se le ha visto en el estadio de Balaídos su labor no se puede clasificar como exitosa. Salvo en dos o tres encuentros el RC Celta de don Óscar es un equipo sin fe, sin carácter, sin alineación tipo, sin sistema y que apuesta por una defensa de 5 para jugar contra… el Osasuna de Pamplona.
Las ruedas de prensa del entrenador celeste no transmiten fuerza, audacia, pasión, sino todo lo contrario, una profunda depresión que luego se puede ver en el césped con el equipo deambulando por él. Y este entrenador ya tiene contrato para la próxima temporada.
Por cierto, el señor Mouriño debería de hablar con el departamento de marketing del club para que dejen de mencionar «a paixón». Es un término que los jugadores desconocen y el entrenador también.