El Excmo. Sr. Alcalde de Vigo D. Abel Caballero lleva en el cargo desde 2007 en que cogió el bastón y la gestión de nuestra ciudad. Si las matemáticas no me fallan y como nos encontramos en el año 2020, don Abel lleva 13, TRECE sí TRECE, años ocupando la silla consistorial.
En todo este tiempo sus aciertos han sido más que sus errores y su gestión ha sido refrendada por la ciudadanía tres veces más, las dos últimas con mayoría absolutérrima.
Al señor Caballero se le puede escuchar a menudo que él ha llegado al cargo para solucionar viejos problemas de la ciudad. No quisiera yo llevarle la contraria, pero hay asuntos pendientes a los que parece que les escapa o que no encuentra momento para meterles mano.
Entre estos antiguos «archivos» está la urbanización de las «islas rurales» que hay en medio de la ciudad, la demolición total o parcial del edificio de Plaza do Reí s/n y por supuesto la reforma del paseo/muro de la playa de Samil.
Los que peinamos canas abundantes recordamos el paraíso que era aquella playa, cuando el tranvía llegaba hasta el mismo Restaurante Bar Balneario, el bosque de pinos y sobre todo las abundantes dunas de gran tamaño por las que nos encantaba tirarnos de pequeños.
Al final de la playa, el río Lagares formaba una gran desembocadura para entrar en el mar. Pues bien, esa zona fue la primera en sufrir el mal entendido progreso de nuestra ciudad, cuando sucumbió bajo muchas toneladas de tierra y donde estarían a continuación los campos de fútbol del Gran Picadero (era su nombre) de Antonio Nieto Figueroa, más conocido por «Leri».
Más tarde en 1969, el alcalde del momento Rafael Portanet proyectó la construcción del paseo sobre la playa de Samil. El alcalde Portanet dejó la alcaldía y su sucesor Antonio Ramilo perpetró la fechoría ideada por su antecesor y cometió el ultraje de la construcción del paseo.
El paseo se pudo hacer de muchas maneras pero creo que la elegida fue la peor de todas las posibles. La obra se debió retranquear unos metros hacia la carretera, debía guardar la forma de la playa, con mucha menos altura y por supuesto con otra estética. Para copiar el estilo ya tenían el paseo de La Concha donostiarra.
Nada de eso se hizo y hoy podemos «disfrutar» de una aberración urbanística cuyo arreglo no puede demorarse más. Por tanto señor Alcalde, aunque sabemos de su apretada agenda y que tiene asuntos muy importantes que gestionar, saque la carpeta que pone «Samil» del cajón y colóquela bien a la vista encima de la mesa. La ciudadanía viguesa se lo agradecerá.