A lo que iba. Últimamente se están abriendo locales singulares que guardan en su proyecto y en su diferencia su seña de identidad. Uno de ellos es Soho de Vigo, en la Plaza de Compostela, que abrió sus puertas el pasado diciembre y en su interior nos transporta sin escalas al mismo Soho londinense.
Soho de Vigo no es una tienda de antigüedades y decoración, es un reducto de arte y objetos con historia. En la planta superior se presenta la obra de Baldo Ramos. Una obra de mucha fuerza expresiva, en la que los trazos parecen sutiles pero tras observarlos se aprecia la fuerza con la que están interpretados. Una obra generosa para el consumidor, y me refiero a que al verla algo vibra en la piel y habla de un trabajo experimentado, estudiado y evolucionado. Que no se queda en una prueba o en un intento, sino que Ramos ya ha saltado con ambos pies al charco y vive en un momento pleno de creación. La obra expuesta, piezas de 2011 a 2014, pertenece a un informalismo abstracto contagiado de algo fauve, por la ausencia de miedo a las rupturas con colores puros. Los soportes varían: pintura, collage y libro de artista de ejemplar único (Ya hemos explicado que era el libro de artista y no me voy a poner pesado repitiéndolo).
En la obra que expone Baldo Ramos está muy presente el texto, pero no de forma abstracta si no de forma gráfica. Y es normal cuando hablamos de un artista, doctorado en Literatura Española e Hispanoamericana, docente en un instituto y poeta prolífico y premiado desde los 17 años. Esta vertiente literaria es patente en toda su factura. Quizá entiende, elucubro de manera absolutamente gratuita, la creación como un todo. Ya que veo su obra plástica profundamente literaria y su poesía profundamente visual.