Diseñador gráfico, editor, director de publicaciones, corrector y novelista, además de uno de los mayores expertos en literatura fantástica y de ciencia–ficción. Armando Boix cumple hoy 54 años y por eso hablaremos de una de sus obras más significativas.
«⸺¡Presa a babor!
Al grito del vigía, el capitán Álvaro de Santaella alzó la vista de la carta náutica, donde estaba trazando el rumbo de regreso a Nápoles. Los ojos le brillaron llenos de excitación, y apenas se tomó un instante para colgarse la espada antes de salir de su camarote. En cubierta, la tripulación escudriñaba la cercana costa de Chipre e intentaba distinguir el triángulo blanco de una vela, cruzando ya apuestas sobre su naturaleza. Álvaro no se entretuvo en especulaciones. Subió al castillo de popa, donde le aguardaban el contramaestre y el timonel».
Dicen los expertos que las mejores novelas de aventuras son las que empiezan con un cañonazo y de ahí para delante. Es decir, lo más importante de una buena aventura literaria es la tensión narrativa, que es la que lleva en volandas al lector a lo largo de las páginas, movido por el deseo de conocer el desenlace de ese viaje imposible, esa misión suicida o esa venganza largamente postergada. La novela de aventuras es un género muy propio, que atrapa y acompaña sin detenerse jamás.
Esta novela es el ejemplo perfecto. Desde el primer párrafo, y sin necesidad de más que unas pocas palabras, Boix nos sitúa en el lugar y en el tiempo adecuados y plantea la acción que se va a desarrollar. No gasta tinta en descripciones farragosas, sino que explica con el motor en marcha y a la vez que el asunto se desarrolla. Los personajes se lanzan a la acción y el lector los acompaña de manera natural, dispuesto a unirse a esa batalla que se adivina desde la primera frase. La rivalidad es sencilla: cristianos frente a musulmanes, en el decorado terrible y sangriento que fue el mar Mediterráneo durante la Edad Moderna. Corsarios berberiscos, Caballeros de Malta, esclavos, conversos y sultanes se mezclan en esta historia dura y vital, esta peripecia que recorre medio mundo y plantea unos cuantos debates morales.
Álvaro de Santaella es un noble que transita por el Mediterráneo y que nunca rechaza un buen combate frente a los corsarios que aterrorizan las costas de su patria procedentes de Berbería. Es un hombre valiente sometido a un importante revés cuando se ve convertido en esclavo y se le plantea la oportunidad de volver a ser libre si renuncia a la fe cristiana. La decisión, que no pienso destripar aquí, marcará el resto de la obra.
Porque «El sello de Salomón» es una historia de aventuras clásica, al estilo de aquellas narraciones de «Las mil y una noches», con sus pícaros atrevidos, sus conspiraciones a vida o muerte y su componente sobrenatural, oscuro e incomprensible para la mayoría de los mortales. La búsqueda de un objeto mágico dará pie a un viaje al confín del mundo conocido y a una proeza inigualable, pero también a una decisión moral que marcará a los protagonistas. Porque en el fondo las verdaderas batallas son interiores y demuestran quiénes somos en realidad.
«El sello de Salomón» fue la segunda novela de Armando Boix, después de «El jardín de los autómatas», por la que había obtenido el Premio Gran Angular en 1997. Después vinieron «Aprendiz de marinero», «Sombras de todo tiempo», «La joven a la que amaban las hadas», «El noveno capítulo y otros relatos» o «En calles oscuras». Toda una carrera dedicada a la literatura, en especial al relato fantástico y de terror, muchos de ellos publicados en forma de recopilaciones.
Durante el amargo período del confinamiento, Boix fue uno de los autores que ofreció gratuitamente su obra para que todo el mundo pudiera leerla, en vista del largo tiempo que pasamos en casa. Su regalo fue «El sello de Salomón», un disfrute precioso que hizo que muchos olvidáramos los duros tiempos que nos tocó pasar.
Hoy, en el día de su cumpleaños, es de justicia que le devolvamos el regalo de la mejor manera posible: volviendo a leer su obra, que bien lo merece.