Galicia recibe una bofetada del Estado. La Autopista del Atlántico seguirá siendo de pago, y a qué precios. Por contra, a partir del día 1 de septiembre de 2021, varias autopistas españolas serán transformadas en autovías y pasarán a ser de titularidad pública.
Una de las autopistas que serán liberadas es la AP-2, que une las localidades de El Vendrell, en Tarragona, y Alfajarín, en Zaragoza. Otra es la AP-7, que une Montmeló y el Papiol, y Tarragona y La Jonquera, en Gerona, en Catalunya. Además de estas, serán liberalizadas la C-32 y la C-33, ambas también en Catalunya. Después del 1 de septiembre del 2021, en unos casos serán gestionadas por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, y en otros por la Generalitat de Catalunya. Sin embargo, Galicia, como digo, recibe el abandono y la Autopista del Atlántico seguirá siendo de pago.
No se entiende esta marginación, este desprecio. Y será mejor que el Gobierno gallego y el Gobierno de España no intenten explicarlo con cuentos para tontos. Ambos tienen su parte de responsabilidad en el asunto. Unos y otros hablan mucho de defender los intereses de Galicia cuando llegan las elecciones, pero después, cuando llega la hora de la verdad, los hechos son diferentes ya así lo estamos comprobando.
Con todos estos cambios Catalunya saldrá favorecida, y me alegro por esa comunidad autónoma. Realmente, los catalanes saben negociar lo que les interesa y merecen la enhorabuena. En cambio, en Galicia sólo sabemos echar balones fuera. A la vista de los hechos debemos reconocer que somos unos “coitados” políticos. Tendríamos que aprender de los catalanes, que con tantas presiones siempre terminan saliéndose con la suya. Ellos, cada vez que mueven ficha salen ganando, y este es uno de los resultados. Nosotros seguiremos con el cuento de la buena pipa, con el timo de la autopista.
En Galicia seguiremos pagando por una autopista que está de sobra amortizada. Sí, quizá hubiera sido necesario construir otro puente para descongestionar el actual, pero interesaba más ampliar los años de concesión y la Xunta de Galicia y el Estado central aceptaron esa ampliación en base a los límites de seguridad del proyecto inicial. Es el cuento de la buena pipa y al final seguimos con lo mismo. Ahora nos dirán que habrá rebajas en los peajes de la autopista, pero no serán realmente ciertas porque lo estaremos pagando por detrás, con subvenciones o con exenciones fiscales, con esos trucos legales que desconocemos las personas de a pie. Como una zanahoria sujeta de un cordel para que el burro siga andando.
En definitiva, lo que ocurre con las autopistas es un auténtico agravio comparativo con el resto de España. Están jugando con que el pueblo gallego es un pueblo tranquilo que no llega a movilizarse como lo hace, por ejemplo, el catalán. Y ellos lo saben, por eso juegan con nosotros. Pero la mayor vergüenza de todo esto es que cuando lleguen las siguientes elecciones una mayoría les seguirá concediendo la confianza para gobernar, que, así las cosas, es lo mismo que darles la confianza para que nos den por donde más nos duele.