Son un pueblo, el catalán, siempre admirable. Trabajadores a carta cabal, con espíritu comercial quizá heredado del pueblo fenicio que visitó sus costas, muy apegado a la tierra y siempre muy defensor de sus costumbres y tradiciones.
En cuanto a su industria se puede decir que fueron los únicos (más tarde los vascos) en España que se unieron a la moda de la Revolución Industrial, capitaneada por Gran Bretaña, ya a finales del siglo XVIII. Ese poso industrial fue una semilla que fructificó, e hizo que en los años 70 Cataluña fuera la zona más rica de España y Barcelona la ciudad mas europea.
Siempre recordaré en mi infancia cuando veía a los comerciales catalanes llegar al comercio de textil de nuestro abuelo, abriendo sus maletones donde llevaban el buen paño de Tarrasa y Sabadell. Traían todo tipo de telas y tejidos, muchos de ellos a imitación de los paños ingleses que se fabricaban en Manchester.
Hoy los pobladores del noreste siguen mostrando al resto de españoles lo que hay que hacer en este siglo XXI. Mientras aquí en el Finisterre seguimos pidiendo una industrialización potente, los catalanes ya están en una pantalla mucho más avanzada, y han conseguido que muchas de sus empresas se vayan a contaminar a Madrid, mientras ellos tendrán una próspera economía de servicios y una atmósfera mucho más limpia.
Pero no contentos con eso, su último golpe ha sido organizar a cientos de sus jóvenes, para que se paseen por Barcelona montando pintorescas hogueras que dan un ambiente extraordinario a la ciudad condal. Y además con eso han conseguido salir en los telediarios de medio mundo, con lo caro que es un minuto de publicidad en tv. Con esta campaña, en cuanto se pueda, los turistas inundarán de nuevo Cataluña dándonos envidia al resto de españoles.
Y no contentos con eso los catalanes han logrado exportar esa colosal movida urbana a otras ciudades de la Península como Madrid. Pero si se fija uno en las imágenes el ambientillo copiado en la capital de España no es tan auténtico como el barcelonés. Y es que aunque nos empeñemos en imitarlos no conseguimos acercarnos al original.
Lo dicho, los catalanes siempre van por delante del resto, y es que al ser superiores no puede ser de otra forma.
NOTA- Dicen los manuales de periodismo que la ironía en un texto no siempre se entiende, pero yo no estoy de acuerdo, se entiende perfectamente.