Eduardo Chao escribe desde Madrid a sus amigos de Vigo, que le han proclamado candidato para las próximas elecciones de diputados, una carta expresiva, de la cual son estos párrafos, que trascienden sinceridad y hombría de bien:
“Cualquiera que era su éxito (y es de prever), todos saldremos de ella con honra (se refiere a la lucha electoral). No vosotros, al designarme, habéis cedido a otra solicitación que la espontánea de vuestra conciencia, por el nobilísimo interés de nuestros ideales y el afán de engrandecer esa tierra querida, ni yo debería la alta investidura a otras influencias, a otros cálculos , otros resortes, que son ya, por desgracia de España, harto usuales y notorios.- Yo no conozco misión más elevada que la de representante de la nación: defender los derechos de sus conciudadanos, promover la cultura y la prosperidad del país, ser guardador de la integridad de la Patria; y por eso me ha parecido siempre tan osado suponerme merecedor de tamaña honra mendigándola, como vergonzosa deserción del deber sería rehusarla cuando se obtiene. Deduciréis de aquí mi profundo reconocimiento por vuestra proclamación.”
No obstante, Chao rogó a sus amigos de Vigo que votasen en su lugar a Pi y Margall, a lo que ellos obedecieron, visto además que aquél era proclamado candidato a senador por Huesca.
Sobre la devoción que Eduardo Chao sintió siempre por Vigo, escribe Curros Enríquez: “Vigo constituía la gran preocupación de su existencia. No podía olvidar, no, que al arrullo de aquel mar tranquilo se había deslizado su triste infancia; que en la contemplación de sus bellezas había adquirido el hábito de meditación y del estudio, y que en la paz de aquella espléndida naturaleza, bajo la acción protectora de aquél cielo diáfano y sereno, bendecidos por la luz de los astros y mecidos por las olas que se estrellan en aquellas playas con ruido semejante a un suave rumor de oraciones, dormían el último sueño a sus padres.”
La página es certera y bellísima. He ahí un canto a Vigo, emocionado y vibrante, de uno de los más altos poetas que Galicia ha tenido en todos los tiempos. Con verdadero gozo exhumamos este pasaje de Curros Enríquez digno de abrir marcha en una Antología de la Ciudad. (será revelador y sorprendente, el día que tal crestomatía viguesa se dé a la prensa, el número y calidad de los escritores que, en prosa y verso, han dedicado madrigales encendidos a Vigo. Algo de entrañablemente lírico tendrá nuestra ciudad…)”
Prosigue Curros Enríquez: “A este culto de Chao a su Patria adoptiva, de que todavía dió elocuente muestra en 1885, contribuyendo a la creación de la Escuela de Artes y Oficios, que tanto había de influir en la instrucción de las clases trabajadoras con la donación del primer material de enseñanza, modelos de yeso, zinc, madera y láminas, adquiridos por él en París y la redacción de su primer reglamento, y concurriendo con premios a estimular el movimiento literario regional en todos los certámenes que se celebraban en su pueblo, Vigo correspondía dignamente, eligiéndole presidente honorario de aquella Sociedad y proclamándole en 1886 candidato a la diputación a Cortes.”(ou. cit. pp. 139-140).
4 de marzo de 1886. Xosé María Álvarez Blázquez. «La Ciudad y los Días. Calendario Histórico de Vigo» (Ediciones Monterrey, 1960).