No sé cómo va a acabar esta violencia callejera que todos detestamos. No se justifica de ningún modo y está siendo aprovechada para los saqueos, para dar rienda suelta al desahogo de los violentos, y para darle mayor publicidad a un cantante de dudosa calidad, pero que también tiene derecho a decir lo que quiera, siempre que guarde el debido respeto a la legislación vigente.
El hablar mal de la monarquía española no debiera ser ningún delito; existe, o eso creemos todos, libertad de expresión. Una gran parte de la población española —una gran parte que posiblemente llegue a ser mayoría— opina que la monarquía española nos ha sido impuesta como una herencia del franquismo. Ninguna urna electoral ha refrendado el puesto de la monarquía en la vida española del siglo XXI. Tampoco parece haber demasiado interés en realizar un referéndum sobre el tema monárquico porque no existen garantías de que el resultado pueda ser positivo, de lo contrario ya lo hubieran hecho hace tiempo para acallar las voces díscolas. A pesar de ello, la monarquía española va camino de la desaparición y el Rey Emérito aporta lo que puede para conseguirlo.
El llamado rapero catalán, Hasél, es un auténtico maleducado, de eso no hay duda. Pero tiene su público, que aplaude sus exabruptos y sus opiniones. Debemos reconocer que por manifestar esas convicciones antimonárquicas no debiera ser motivo de detención ni de prisión. En todo caso, por promover la violencia callejera en unos tiempos en los que se supone que existe una verdadera democracia, libertad de expresión y diferentes canales para realizar todo tipo de reivindicaciones.
Coincidiendo con lo que podríamos llamar el asunto Hasél, hace días, la prensa escrita y los diferentes canales de televisión mostraron las manifestaciones de la ultraderecha española en las que una chica joven —que por su edad no ha vivido el franquismo ni las atrocidades del nazismo— se atrevía abiertamente a culpar a los judíos delante de un micrófono y ante la concurrencia de todos los manifestantes. ¿Por qué se consiente esto y se encarcela al rapero Hasél? En cualquier caso, han hecho tantos méritos unos como otros.
Yo creo que Hasél es un descerebrado por inducir a la violencia. Y aquella chica, también, por culpar a los judíos y hacer caso omiso de la historia. Sin embargo, el haber encarcelado al primero sólo ha contribuido a violentar el ambiente hasta extremos que no recordábamos y que yo no sé cómo va a pararse, además de aumentar la popularidad del rapero porque ahora todo el mundo sabe de su existencia cuando antes sólo eran unos pocos. El no haber llevado a cabo las mismas medidas con esa chica de ultraderecha demuestra, asimismo, que la democracia española, por mucho que digan, está llena de miedos, de flaquezas y de contradicciones, y le vendrían bien algunos ajustes. Cuando los llamados padres de la Constitución la elaboraron y se sometió a referéndum, dijeron que era un importante punto de partida y que posteriormente ya se reajustaría. Pero siempre hubo miedo de hacer cambios. Es una vergüenza que políticos de tendencia republicana estén apoyando la monarquía. Quedarían en mejor lugar ante sus votantes con un discreto silencio.
Cierto que los políticos cuando asumen el poder están sometidos a muchas presiones de todo tipo, pero tienen que mantenerse fieles a sus votantes y a las líneas principales de sus partidos, lo contrario, sin duda, conllevará sus consecuencias negativas en las siguientes elecciones. En mi opinión, las leyes deben aplicarse con el mismo rigor y sin miedo a toda la ciudadanía, incluida la clase política y la monarquía, que deberían ser los primeros en dar ejemplo. Y opino, también, que no se puede meter a nadie en la cárcel por estar en contra de la monarquía, en todo caso por inducir a la violencia y al terrorismo, ambas detestables en una democracia y en un estado de derecho, pero, eso sí, cuidando que las medidas adoptadas tampoco constituyan una propaganda que nadie desea, salvo el interesado, y eso es, precisamente, lo que está ocurriendo, que Hasél está engordando su fama y su poder de influencia con la violencia de sus seguidores. Un error.