Se cumple un año desde que todas las cadenas de televisión, radios, periódicos y redes sociales anunciaban la entrada en vigor de un confinamiento por la expansión del coronavirus, algo nuevo para todos que causaba terror. Terror por tener que enfrentarse a lo desconocido, por vivir en el estado de incertidumbre.
A pesar de las consecuencias devastadoras que la COVID-19 nos ha dejado en economía y salud mundial, donde nuestro mundo se convirtió de repente en una auténtica distopía; también nos ha dejado lecciones positivas. Ha sido un año de pandemia lleno de transformación, aprendizaje y resiliencia.
La pandemia nos ha hecho renunciar a nuestra zona de confort y nos ha obligado a ejercer el mecanismo de la adaptación. Precisamente, por ese cambio de situación es que nuestra conciencia ha cambiado, sin embargo, no a todos les ha repercutido de la misma manera. Unos han experimentado un auténtico drama, dando lugar a un estado de victimismo continuo, y otros sin embargo han aprovechado para reinventarse, de manera que han encontrado alternativas nuevas de emprendimiento como son el teletrabajo, la formación online o las videoconferencias. Se han vuelto más creativos al descubrir en sí mismos nuevos talentos o dones ocultos, o simplemente han profundizado para conocerse más.
Por un lado, la pandemia nos ha enseñado a reflexionar individualmente, haciéndonos comprender que cada uno de nosotros puede aportar algo al mundo, en lugar de esperar a recibir del mundo lo que necesitamos; que cuando se trata de una crisis global no hay diferencias de clases, razas ni ideologías. Todos somos exactamente iguales. Por lo tanto, una de las enseñanzas más profundas ha sido la ineficacia de discriminación, y que la cooperación y ayuda al otro es un acto de amor y no de sacrificio. Pues incluso en los momentos más difíciles, ayudar a otros nos empuja a seguir adelante.
La unión es la solución y lo hemos podido comprobar, por ejemplo, a través del duro y constante trabajo de los sanitarios, servicios de limpieza, alimentación, los actos de bondad de todos los ciudadanos que cada día cooperaban en los balcones con sus gestos de apoyo y unidad, las ayudas a personas mayores mediante alimentos y medicinas en algunos países, etc.
Por otro lado, la pandemia nos ha obligado a entender el significado y calidad de las relaciones interpersonales. Hay personas que se han visto forzadas a convivir más tiempo con sus familias o parejas, dándose cuenta de que no estaban viviendo la vida que querían, y han optado por tomar otro rumbo; otras en cambio han fortalecido más sus vínculos, dando paso al matrimonio o aumentando la familia. El pasatiempo con las personas mayores ha sido una de las cuestiones más relevantes que se ha valorando. En definitiva, ha sido una oportunidad única para conocerse a uno mismo a través de los más cercanos, para comenzar a actuar de forma coherente y asertiva dando prioridad a lo que realmente desea nuestro corazón y no nuestra mente.
Pero ¿por qué la pandemia no ha afectado a todos de la misma forma?, ¿por qué los psicólogos advierten de las grandes secuelas que ha dejado a la población? Precisamente porque hay personas que no saben disfrutar de su propia compañía al no estimarse demasiado y necesitan distraerse de la forma que sea para engañar o suplir sus carencias.
Al encontrarnos en una situación de confinamiento y no disponer de ocio o compañías que nos mantengan la mente distraída, nos hemos visto obligados a hacer una pausa, reflexionar y enfrentarnos a nosotros mismos, eso que hasta el momento, debido a la rutina diaria tan programada, no nos permitía el espacio suficiente para la autoindagación.
El vacío es una parte que a muchos nos deja descolocados y no sabemos cómo gestionarlo, por eso aparece esa confusión e impotencia, el sentirse perdido y descubrir que la vida que estábamos llevando hasta ahora no era la deseada. Por lo tanto, la importancia de tener una buena autoestima y entrenar la mente de forma positiva hace que dejen de existir ese vacío, miedo e inseguridad para afrontar los problemas, vencer obstáculos y estar capacitado para anteponerse a los imprevistos; de tal manera que, si tan solo dispusiéramos de barro, fuésemos capaces de transformarlo en una preciosa escultura.
Por todo ello es que la pandemia ha supuesto, entre otras cosas, a aprender a convivir en familia, solidarizarse con el prójimo y conocerse a sí mismo. Obligados a hacer un viaje interior donde hemos descubiertos tanto cosas buenas como malas, siendo estas últimas las más difíciles de afrontar y superar; pero sin duda, una situación que nos ha llevado a demostrar nuestro grado de flexibilidad, fortaleza y resiliencia.