Los padres de Isidoro querían que su hijo siguiera la carrera eclesiástica, enviándolo posteriormente al monasterio de los Benedictos de Samos en Lugo, donde estudia Filosofía y Letras. Los primeros años enclaustrados en aquel aislado monasterio le fueron fogueando en una ruda disciplina religiosa. Isidoro se traslada posteriormente a Madrid, donde comienza la carrera sacerdotal. En 1835, cuando está a punto de convertirse en sacerdote, entra en crisis vocacional, abandonando la carrera, a pesar del disgusto familiar.
La formación obtenida le sirve para aspirar a funcionario de la administración, donde entra a trabajar en el Ministerio de la Gobernación, para trasladarse posteriormente a Salamanca como oficial del Gobierno Civil. Por motivos que desconocemos, fue cesado en su trabajo y decide emigrar a Cuba.
A mediados del siglo pasado, la isla era destino de muchos funcionarios gallegos. También a esta colonia llegaban de forma masiva emigrantes en busca de una nueva vida. Por aquellos años, residía en La Habana el famoso pensador y científico coruñés Ramón de la Sagra; también residía Fernando Blanco de Lema y el boticario y benefactor Salvador Zapata. Con la derrota de la Primera República española, algunos intelectuales federalistas se refugian en La Habana, ya que la persecución en la isla era menor que en el continente. A partir de los años setenta residen en la capital algunos gallegos distinguidos, entre ellos García Barbón, Policarpo Sanz, Waldo Alvarez Insua, Xosé López Rodríguez ‘Pote’, etc…
Los primeros trabajos de Araújo Lira estuvieron dedicados a la educación, impartiendo clases particulares por las casas de sus alumnos y en algún que otro colegio. Su formación intelectual le llevó a incursionar en la literatura. Escribió una novela corta titulada ‘Ana Mir’, la cual fue apareciendo en forma de entregas en el periódico habanero ‘El Noticiero y Lucero’.
Se destacó por aquellos tiempos como articulista polémico, y firmaba sus artículos como ‘Lira’, su tercer apellido. Su pasión por la prensa escrita le llevó en 1839, a los 28 años, a fundar ‘El Diario de la Marina’, que en poco tiempo se convierte en el más destacado periódico de toda Cuba. Durante décadas escribieron los mejores escritores y periodistas de este país. Entre los gallegos podemos destacar a Curros Enríquez y Virginia Auber.
El escritor y amigo Teodoro Guerrero señaló en la revista ‘La Ilustración Gallega y Asturiana’: «Cuba necesitaba de un órgano defensor de sus intereses morales y materiales, que representara al mismo tiempo los de la Metrópoli; Cuba necesitaba un hombre enérgico, de talento, incansable para el trabajo, que levantara la bandera de unión y fuerza centinela avanzada de su progreso. El órgano nació con el nombre de ‘Diario de la Marina’. El hombre era D. Isidoro Araújo de Lira. Lo conocí muy de cerca. Cuando en 1845, en los primeros años de la juventud, volví a La Habana, mi suelo natal, el ‘Diario de la Marina’ había alcanzado circulación fabulosa; todo el país ayudó a Araújo de Lira en su gran empresa».
Centenares de artículos
Lira escribió centenares de artículos y varios folletos relativos a la isla, uno de ellos ‘Memoria sobre el estado político y administrativo de Cuba’. En 1848 y 1853 regresó a España, encargado por el Gobierno español para distintas misiones especiales. En su segundo viaje dirigió por una temporada el periódico madrileño ‘El Diario Español’. En 1855 retorna a Cuba, donde publica una revista de intereses comerciales.
Durante su estadía en Cuba, integró distintos destacamentos militares, que se conformaban especialmente para dar respuesta a los intentos de invasión, que por aquellos años eran normales en todo el Caribe. Piratas, aventureros y países imperialistas asolaban aquella isla, que por sus dimensiones y su ubicación estratégica era sumamente apetecida, durante todo el siglo pasado.
Duelo a muerte
Lira desarrolla una importante labor de defensa de los derechos de aquella colonia. Su intensa relación con la política a través del periodismo le llevaron a la muerte. Una carta aparecida en un periódico desencadena un duelo a muerte, por afectar el honor de Lira. La legislación de aquellos años legalizaba esta forma de dirimir los pleitos de honor. La noticia del duelo causa un gran revuelo en toda La Habana. Sus amigos y familiares intentaron en vano que desistiera. Pero el honor era lo más importante para este gallego de firmes convicciones.
Su amigo Teodoro Guerrero señaló: «El drama de la vida del escritor gallego merece capítulo aparte; murió en su puesto de honor, cumpliendo lo que el mundo llama deberes sociales… No fue el ‘Diario de la Marina’ causa ocasional del desafío; una correspondencia de La Habana publicada en un periódico de la corte dio motivo a la desgracia; Lira respondió de la carta en cuestión, y midió sus armas con un joven empleado, hijo del país, que después sucumbió desastrosamente en Montoro, la víspera de la batalla del puente de Alcolea. Recuerdo el efecto que en la ciudad produjo la noticia del funesto resultado del duelo, verificado cerca del pueblo de Marianao en la mañana del 6 de marzo de 1861». Al día siguiente de aquel sangriento duelo y después de una tremenda agonía fallecía rodeado de su familia.
El entierro de Lira, como se le llamaba popularmente, fue acompañado por la intelectualidad cubana y por sus compatriotas gallegos residentes en aquel país. El duelo fue presidido por el marqués de Marianao, el conde de Armildez de Toledo, el coronel García Muñoz y el magistrado Miguel Suárez Vigil. Doscientos carruajes –según la crónica de la época– acompañaron hasta el cementerio local los restos del destacado escritor gallego.
Cuando se cumplió el centenario de su fallecimiento, el Liceo de Bouzas en Vigo le ofrendó una placa en su casa natal, que recuerda que en aquella casa naciera el fundador y primer director del ‘Diario de la Marina’. Otra historia más de un olvidado protagonista de nuestra epopeya colectiva.
ARTÍCULO ORIGINAL DE LOIS PÉREZ LEIRA