Se cumplen hoy 70 años de la aparición en la Abadía de Arbroath, en Escocia, de la legendaria Piedra de Scone o Piedra del Destino, que había sido robada en la Navidad anterior de la Abadía de Westminster por parte de un grupo de nacionalistas escoceses. Pero ¿por qué este objeto resulta tan valioso para el pueblo británico y qué relación guarda con Egipto y Galicia?
La historia empieza mucho antes de eso, con Jacob, patriarca del pueblo de Israel ⸺a quien el propio Yahveh puso de nombre Israel y convirtió en padre de su pueblo más amado⸺. Jacob tenía un hermano mellizo, Esaú, que a su vez dio origen al pueblo edomita. Ambos hermanos se peleaban ya desde el vientre materno y Dios le reveló a Rebeca, su madre, que eso se debía a que ellos iban a formar sendas naciones en guerra. De jóvenes, Jacob le compró a Esaú el derecho a la primogenitura a cambio de un plato de guiso, aprovechando que el mayor volvía con hambre de una cacería. Este aceptó, pero enseguida se sintió engañado e intentó matar a su hermano por lo que había hecho.
Jacob no tuvo más remedio que abandonar el hogar familiar y se fue a vivir a casa de su tío Labán, pero a mitad de camino se echó a dormir sobre una piedra y en el sueño se le apareció Yahveh, que le prometió la tierra sobre la que estaba acostado, y así el joven vio una escalera que conectaba el cielo y la tierra por la que subían y bajaban ángeles. Esta imagen ⸺llamada, de manera poco imaginativa, la Escalera de Jacob⸺ ha servido como metáfora de la unión de Dios con los hombres y se ha aplicado tanto al templo de Jerusalén, como a Jesucristo y a la Virgen María, entendiendo que todos ellos son nexos de unión con las alturas. Jacob tomó la piedra sobre la que había dormido y levantó un altar, y en ese lugar se formó la ciudad de Bethel, en Samaria, que aparece varias veces más en la Biblia ⸺por ejemplo, parece que allí mismo es donde Abraham había intentado sacrificar a su hijo y solo lo detuvo la intervención de un ángel⸺.
De este primer momento, pasamos a la época en la que el pueblo judío vivía bajo la dominación egipcia, al menos hasta que Moisés, de niño, fue metido en una cesta y lanzado al río para después ser recogido y criado en la casa del faraón. Parece ser que la piedra de Jacob había ido con el pueblo judío todo ese tiempo, ganando celebridad por obrar milagros y otorgar suerte a quien la poseyera. En esa época estaba en manos del faraón, en concreto de su hija Scota, que se había casado con un rey griego exiliado de nombre Goidel Glas ⸺aunque otras fuentes lo denominan Gathelus o Geytholos⸺. En vista de la llegada de las siete plagas y la muerte del faraón en el mar Rojo, Scota y su marido pusieron tierra de por medio y se llevaron la piedra consigo, lo que terminó por convertir a este personaje en fundadora del pueblo escocés. Ambos navegaron a través del Mediterráneo y acabaron en la Península Ibérica junto a toda su familia, concretamente en una región al noroeste donde fundaron la ciudad de Brigantia ⸺posteriormente denominada Brigantium por los romanos⸺ junto a su descendiente, Breogán, que sería nombrado rey.
Era tal el poder de la piedra y su simbolismo que podría parecer que todo el que la tocaba se convertía en patriarca de un pueblo: si Jacob está considerado como el patriarca de Israel, Scota lo es del pueblo escocés y Breogán de los gallegos ⸺Galicia es conocida como «la nación de Breogán» y así aparece en el poema Os pinos, de Eduardo Pondal, que sirve de letra al himno gallego⸺. Scota y Breogán sirven así como alegoría de los celtas y su expansión por el mundo.
Cuenta la leyenda que el rey Breogán tuvo diez hijos, junto a los que construyó una torre altísima que hoy en día se identifica con la Torre de Hércules, en A Coruña. Parece ser que desde esa torre vislumbraron una tierra lejana e igual de verde que la suya. Ith, uno de los hijos de Breogán, capitaneó tres barcos y a treinta hombres para conocer ese lugar, al que bautizó como Eirín, y que después sería Irlanda. Pero, por desgracia, se metió de lleno en una guerra sucesoria entre tres dioses hermanos, los Altos Reyes de Irlanda, gobernantes de los Tuatha Dé Danann, que por entonces eran los moradores de esas tierras. Los tres dioses, llamados Mac Cuill, Mac Cecht y Mac Gréine, acabaron con Ith y casi todos sus hombres, de modo que solo unos pocos lograron regresar a Brigantia con el cuerpo sin vida de su señor.
Breogán despidió con honores a su hijo y entró en cólera, y entonces organizó una expedición de guerra como no se había visto nunca, comandada por los nueve hermanos de Ith y en especial por su sobrino Míl Espáine y sus ocho hijos. En este viaje, no solo llevaron consigo a soldados, sino también a mujeres y niños, ya que su intención era repoblar Irlanda con su propio pueblo. Acabaron con los tres dioses hermanos, con los Tuatha Dé Danann y con todo el que se les puso por delante, y levantaron allí su propia nación, así como Escocia, a la que también llegaron. Desde entonces, a los irlandeses se los conoce como «los hijos de Mil», y en un pequeño valle de esta tierra se encuentra la tumba de Scota, concretamente en un lugar conocido como «El valle de la pequeña flor».
Aquí habría que incluir un inciso: algunas fuentes afirman que la Scota que yace en esa tumba era la esposa de Míl Espáine, no la de Goidel Glas, y ambas se llamaban de la misma manera. Así, parece ser que una fundó el pueblo irlandés y el otro el escocés.
Y de esta manera, la piedra de Jacob fue llevada por Scota hasta la actual Escocia, razón por la que se denominó Piedra de Scone y se empleó en la coronación de todos los reyes de Escocia, que se autoproclamaban descendientes directos de la gran reina. La piedra descansó durante siglos en la abadía de Scone, hasta que, en el siglo XIII, Robert I de Escocia, el legendario Robert the Bruce ⸺aliado de William Wallace en la revuelta escocesa contra los ingleses⸺, les regaló un pedazo a los irlandeses, en concreto a Cormac McCarthy, rey de Munster ⸺no confundir con el escritor americano de ciencia–ficción⸺, que la depositó en el castillo de Blarney. Este fragmento recibe el nombre de Piedra de Blarney o de la Elocuencia, porque dice la leyenda que quien la bese por su parte inferior, colgando en el aire desde lo alto del castillo, obtiene el don de la elocuencia.
Y ya que estamos con Robert the Bruce, resulta que fue Eduardo I de Inglaterra, su mayor enemigo, quien se apropió de la Piedra de Scone en 1296, se la llevó de la abadía del mismo nombre y la colocó en la de Westminster, decidiendo que desde ese instante sería empleada en la coronación de los reyes de Inglaterra. Para ello ordenó crear un enorme trono de madera en cuya zona baja situó la piedra. Este sería el Trono de la Coronación o Trono de Eduardo, que albergó la piedra durante unos cuantos siglos más, a pesar de las airadas protestas de los escoceses.
En la Navidad de 1950, un grupo de independentistas escoceses robaron la piedra y se la llevaron a su patria, con la intención de que este hecho creara un movimiento popular que obligara al Gobierno del Reino Unido a plantearse la independencia de Escocia. Pero el resultado fue justo el contrario: la opinión general se puso a favor de la recuperación de la piedra y al final no tuvieron más remedio que depositarla en la Abadía de Arbroath, donde fue hallada el 11 de abril de 1951 y luego devuelta a la Abadía de Westminster. Los responsables del robo nunca fueron capturados. Dos años más tarde, la piedra sirvió para la coronación de Isabel II.
Pero ese tampoco resultó el final de esta historia, pues en 1996 se llegó a un acuerdo con el Gobierno de Escocia y la Piedra del Destino fue trasladada de manera oficial hasta el castillo de Edimburgo, donde reposa desde entonces junto a las joyas de la Corona escocesa, con la promesa de ser devuelta para futuras coronaciones de los monarcas británicos que estén por venir. En 2014 se organizó un referéndum en el Reino Unido acerca de una posible independencia escocesa, en el que ganó el no por un margen muy ajustado.
La Piedra del Destino sigue envuelta en leyendas acerca de su poder y de la fortuna que otorga a quien la posee, y que suele convertirse en cabeza de un pueblo. Samaria, Egipto, Brigantia, Irlanda, Escocia e Inglaterra han sido algunos de sus destinos, en manos de caudillos tan importantes como Breogán o Robert the Bruce.
Quién sabe qué nuevos viajes y qué nuevas historias le esperan a este objeto que algunos consideran mágico. Desde luego, ninguno estaremos aquí para verlo, cuando otros pueblos vengan y reclamen su posesión, y con ella produzcan nuevas genealogías. Y les cuenten a sus hijos nuevas leyendas, que aún no han sido escritas.