Ha sido muy desagradable y humillante el comportamiento machista del gobierno turco, representado por su presidente Recep Tayyip Erdogan, con la presidenta de la Comisión Europea Ursula Von Der Leyen en su visita a Ankara. Algo intolerable.
En la visita de los mandatarios europeos, el protocolo turco solamente tenía preparadas dos sillas al mismo nivel, una para el presidente turco y otra para el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. En cambio, Ursula Von Der Leyen, que ejerce el cargo de presidenta de la Comisión Europea, tuvo que sentarse en un sofá, en un segundo nivel, por el hecho de ser mujer. La fotografía del encuentro, difundida en todos los medios internacionales, da buena cuenta de la humillante situación que a mí, como europeo y como defensor de la igualdad, me resulta, ya digo, intolerable.
Está claro que Turquía vive en la Edad Media, con una sociedad atrasada, siquiera ideológicamente, y con unos dirigentes anacrónicos que no valoran a las personas por sus capacidades, como debe ser, sino por su condición masculina o femenina. Compadezco a las mujeres turcas si esto es una generalidad, tal como parece.
La situación del encuentro político que comento ha resultado muy incómoda a nivel personal para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, y también a nivel diplomático. Y ha tenido su correspondiente repercusión, como es lógico. Sin embargo, en mi opinión, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, es igual de culpable porque no reaccionó correctamente cuando entraron en la sala y observaron que sólo había dos sillas. Ella quedó sorprendida y no lo ocultó, tal como se puede ver en las imágenes de la televisión, pero reaccionó con gran elegancia. No fue así, en cambio, la reacción de Charles Michel, que ocupó su silla —-al nivel de Erdogan—- sin ninguna objeción, haciéndose cómplice, por lo tanto, del desprecio machista turco.
Ursula Von Der Leyen merece un respeto como representante europea y también en su condición de ser humano, con independencia de que sea, en este caso, una mujer. El desprecio que le han hecho es un enorme agravio para toda la población europea y yo espero que este acontecimiento no quede impune ni tampoco en el olvido, y que los dirigentes europeos masculinos aprendan, también, la lección correspondiente de igualdad de género, tanto dentro como fuera de las fronteras de Europa, defendiendo, cuando sea necesario, esa igualdad entre hombre y mujer, sin llegar a ser un auténtico calzonazos como ha demostrado serlo Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo. Una vergüenza el comportamiento de Erdogan, pero también la de este individuo.