El pasado 27 de abril se cumplieron 500 años de la muerte de Fernando de Magallanes, el navegante portugués que, financiado por la corona de Castilla, inició la primera circunnavegación de la Tierra. No pudo completarla en aquel viaje porque cayó muerto en una batalla contra los aborígenes en la isla filipina de Mactán. Así que aquel fatídico día de 1521 tuvo que tomar el mando el Juan Sebastián Elcano, quien completó la primera vuelta al mundo. Y como en casi ninguna historia puede faltar un gallego, en la nao Victoria había dos cuando recalaron en Sanlúcar de Barrameda con sólo 18 supervivientes a bordo.
Entre aquellos afortunados estaban el propio Elcano y el escribano Antonio Lombardo Pigafetta, que es quien nos dejó la crónica del viaje. Y las procedencias de los que sobrevivieron eran diversas: vascos, italianos, griegos, andaluces y… dos gallegos.
Pocos detalles sabemos del marinero Diego Carmena Gallego y del grumete Vasco Gómez Gallego, apodado El Portugués. Según figura en la relación de embarque, ambos eran naturales de Baiona. Y con ellos viajaban otros tripulantes de Galicia, como es el caso del grumete Gonzalo de Vigo, que se quedó como náufrago en la isla de Guam, en el archipiélago de las Marianas, en el corazón de la Micronesia. Sería recogido y terminaría su vuelta al mundo mucho más tarde, al llegar a Sevilla en 1526, después de ser recogido en una expedición posterior: la de Jofre García de Loaísa.
Pero, aunque la historia de Gonzalo de Vigo, que convivió tres años con los aborígenes del Pacífico, parece mucho más jugosa, no fue menos apasionante la de los baioneses Diego Carmena y Vasco Gómez, que sobrevivieron a todo tipo de penurias.
Si seguimos el relato de Pigafetta, tuvieron que huir de los antropófagos que poblaban la actual costa del Uruguay. Soportaron terribles tormentas en las que se perdieron varias de las naves. Salieron cinco de Cádiz: la capitana Trinidad, San Antonio, Concepción, Santiago y Victoria, que fue la única que completó el recorrido.
En el estrecho que luego se llamaría ‘de Magallanes’ pasaron tanta hambre que tuvieron que alimentarse de pingüinos. “Existen en tal abundancia y son tan mansos que en una hora cogimos provisión abundante para las tripulaciones de las cinco naves”, explica Pigafetta, que se queja de que “son tan gordos que para desplumarlos nos vimos obligados a quitarles la piel”.
Tuvieron que atravesar el Pacífico “durante el espacio de tres meses y veinte días, sin probar ni un alimento fresco”. Como narra Pigafetta, “el bizcocho que comíamos ya no era pan, sino un polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda su sustancia, y que además tenía un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber estaba igualmente podrida y hedionda”. Y, para colmo, los hombres morían con la lengua hinchada dentro de la boca, sin saber siquiera que su enfermedad se llamaba escorbuto.
Al llegar a la Micronesia fueron atacados por las tribus aborígenes. En una de las refriegas fue en la que murió, hace ahora medio milenio, el propio Magallanes.
Los infortunados navegantes fueron cayendo fulminados a lo largo de la travesía, en buena parte víctimas del escorbuto durante la travesía del Pacífico. Y muchos otros en combate cada vez que pisaban tierra. «Gracias a la Providencia, el sábado 6 de septiembre de 1522 entramos en la bahía de San Lúcar… Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero… El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del muelle de Sevilla, y descargamos toda nuestra artillería”, escribió Pigafetta a su regreso. Junto a él viajaban Diego Carmena y Vasco Gómez, dos marineros de Baiona que fueron protagonistas de la epopeya de la nao Victoria. Y que confirman el dicho de que, en cada momento de la historia, busques donde busques, siempre tiene que aparecer algún gallego…
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