La familia de Déborah Fernández ha vivido este martes una jornada “dura pero necesaria” con la exhumación del cadáver de la joven fallecida en 2002, autorizada por el juzgado de instrucción de Tui. Sus allegados, en medio de una gran expectación mediática, se acercaron por la mañana al cementerio de Pereiró para estar presentes en la recuperación del cuerpo, que podría aportar nuevas pistas sobre lo ocurrido gracias a los avances técnicos que ha experimentado en este tiempo la ciencia forense. Los especialistas esperan encontrar nuevas pistas sobre el asesinato y avisan: “Yo no estaría tranquilo si fuese el sospechoso”.
Esta advertencia parte de Óscar Tarruella, expolicía de homicidios y perito judicial especializado en perfiles criminales y muertes violentas. Este exagente está ayudando a la familia para esclarecer la verdad y, de hecho, elaboró un informe con investigaciones propias que denuncia “contradicciones” en el caso. Por ello, ha calificado la exhumación efectuada este 18 de mayo como el “reconocimiento de un error institucional que debe ser reparado”. Tarruella se ha mostrado contundente. Según sostiene, será “posible” obtener nueva información de ADN que implique a “la persona de la que la policía ha sospechado todos estos años”, en velada referencia a la pareja de ella. “Junto a las otras piezas que tenemos, estamos convencidos de que, aunque nos falte un año, podríamos conseguir resultados antes de que prescriba el delito”, mantiene.
La familia ha pedido un nuevo examen, una posible autopsia y otro informe sobre la muerte de Déborah, cuyo cuerpo será trasladado al Instituto de Medicina Legal de Galicia. Esos trámites pueden tardar, según este criminólogo, tres días “tranquilamente” porque “se debe hacer un estudio muy minucioso a todos los niveles”. “Esperemos que el cuerpo se encuentre en un estado que nos permita realizar el examen”, ha precisado Tarruella, que también recuerda que el entorno de Déborah dispone de otras “muestras indubitadas” que contribuirían a esclarecer el crimen.
Por su parte, el abogado de la familia, Ignacio Amoedo, insistió en las críticas a la investigación que se llevó a cabo en su día y confió en que esta exhumación sirva para buscar ADN bajo las uñas de Déborah o para descubrir fracturas, ya que en su día no se hicieron radiografías bajo el cuello. Igualmente, espera que los avances tecnológicos permitan “llegar a alguna conclusión”.
Amoedo confesó que este ha sido “un día muy triste” para los allegados de la joven fallecida, que “van a seguir peleando” a pesar de la “sensación de frustración” que tienen por la “chapuza” que a su juicio supuso la investigación. “Cada vez que se hace una prueba se evidencia más el disparate”, afirmó.