Hablamos de un cuento que hizo famoso Hans Christian Andersen en 1837, llamado “El traje nuevo del emperador”. En él se habla de dos charlatanes llegados a un reino imaginario diciendo que eran los mejores sastres de la época, y que podían hacer los mejores bordados y todo con fino hilo de oro.
Pero también aseguraban que tales maravillas de ropajes sólo podrían verlo aquellas personas que realmente fueran hijos de quienes creían que era su padre, y los que no cumplieran esta condición no llegarían a apreciar tales trajes.
El rey se convenció de su discurso y entregó las cantidades solicitadas por los estafadores para comprar los géneros necesarios y les dejó una estancia de su castillo para su trabajo. Ellos hacían como que elaboraban la prenda cuando alguien estaba presente.
Cuando los dos tunantes tuvieron que probar el traje al rey hicieron todo el teatrillo de la prueba, y obviamente el rey no podía ver el traje, pero nada dijo para no ser acusado de no ser hijo de quien
parecía, por lo que no dejó de alabar la delicadeza y belleza del ropaje.
El día de la fiesta de la localidad el rey desfiló en caballo por sus dominios con el supuesto traje. Los súbditos que lo veían nada decían para no ser tachados de ilegítimos, hasta que un niño al ver pasar al
monarca dijo “el rey está desnudo”, y el pueblo y los cortesanos se percataron entonces del engaño y fueron a pedir explicaciones a los supuestos sastres, pero éstos ya habían huido con el botín.
La moraleja es que una mentira aún aceptada por muchos no quiere decir que tenga que ser cierta.
El cuento viene al caso debido a los acontecimientos políticos sucedidos en este mes de mayo en España. El día 4 el presidente Pedro Sanchez se llevó un buen revolcón en el coso madrileño que le
sorprendió.
Para combatir esta mala noticia la Factoría de Ficción “Iván Redondo, S.A.” preparó un “pequeño” documento de setecientas y pico de páginas sobre lo que será nuestro país España en el año 2050.
Con lo que no contaban en el Palacio de la Moncloa es que tres días antes de la presentación del plan, nuestro vecino el Sultán alauita nos regaló con una invasión/marcha de unos cuantos miles de sus
súbditos, entre ellos buena parte de niños y adolescentes que vinieron de visita turística a la localidad de Ceuta.
Al momento nuestro presidente se enfundó el traje azul de los domingos y sus Ray-Ban de reglamento y se subió al helicóptero Super Puma. No pudo hacerlo en el Falcon porque en Ceuta no hay aeropuerto. Al bajar del aparato el desgarbado político español pidió “respeto a las fronteras mutuas”, y al rato ya estaba otra vez en su palacio madrileño.
Pero lo más curioso fue que en el consejo de ministros del día siguiente a la invasión, es decir en plena crisis de estado, nuestro gobierno decide entregar 30 M€ a Marruecos “para control de la inmigración”. ¿A qué tiene gracia la cosa?
Al final parece ser que representantes de la Unión Europea hablaron con el Sultán al que amenazaron con el retiro de ayudas europeas, y éste cerró fronteras y retiró a parte de los súbditos invasores.
Viendo estos hechos se percibe que en pleno siglo XXI España es un país internacionalmente insignificante, un pelele al que un rey del Magreb vacila y marea cuando le viene en gana.
La razón de todo el enfado marroquí fue la atención médica del líder polisario Brahim Ghali en un hospital de Logroño, donde fue ingresado con identidad falsa. El nivel de nuestro servicios de inteligencia (?) (que no se enteraron de la invasión) parece una mezcla entre “Anacleto, Agente Secreto” y “Mortadelo y Filemón, Agencia de Información”. Quizá nuestros agentes deberían ir a hacer un curso básico a Marruecos para aprender las primeras letras del trabajo de espía.
No quiero pensar en que se produjera una crisis de estado con nuestros vecinos portugueses. Si los lusos nos exigieran la entrega de Ayamonte, Badajoz, Puebla de Sanabria, Tuy y La Guardia tendríamos un problema muy serio. Si el dúo Sánchez-Redondo (como los charlatanes del cuento) son los que encargados de defender nuestras fronteras realmente estaremos perdidos.
Muchos medios de comunicación españoles, incluidas todos los canales de tv, han vestido estos dos años con un gran manto de armiño a nuestro presidente del gobierno. Pero yo cuando lo veo en la pantalla me acuerdo del niño que al ver al monarca en el desfile exclamó “el rey está desnudo”.