La palabra “furancho” es una palabra típica gallega, por eso no consta en el diccionario de la Real Academia Española; es algo propio de Galicia. Se trata de un espacio cerrado o abierto, normalmente dentro de la bodega de una casa particular —alguna de ellas con categoría de pazo—, donde en una época del año se vende al público el excedente de producción de vino, incluso acompañado por algún producto sólido como queso, chorizo, tortilla o empanada, todo ello casero, sin que por esto deba considerarse un lugar de oferta culinaria con capacidad para competir con los establecimientos hosteleros al uso.
En estos tiempos de pandemia del Covid-19, los “furanchos” o “loureiros”, como también se les conoce, han acusado el efecto de las restricciones, sin embargo, la mejoría de la situación sanitaria vuelve a permitir su apertura y esto es algo que afecta de un modo positivo a toda Galicia y, en particular, a estas pequeñas economías de temporada.
En la provincia de Pontevedra, y más concretamente en el entorno de la ciudad de Vigo, existen numerosos establecimientos de este tipo, algunos de ellos espectaculares por su emplazamiento y con muy buenos vinos, con preciosas vistas y muy distanciados de la imagen equivocada que tienen quienes desconozcan esta modalidad de disfrute vitivinícola. Es tiempo de “furanchos”.
En Facebook ha aparecido una plataforma de divulgación que propicia un conocimiento mucho más detallado: Grupo de Guía Furanchín. Además, también se ha lanzado a las redes —y ya circula con gran éxito— una guía de “furanchos” de la provincia de Pontevedra en formato PDF. Todo es poco para ayudar a esas pequeñas economías que aprovechan el excedente de vino para cubrir, siquiera, los gastos que conllevan los cultivos.