Vigo es una ciudad de larga tradición cultural, en la que en estos momentos se viven diversos fenómenos literarios. Junto a la ya popular novela negra viguesa, existe una línea de novela histórica cultivada por autores de la talla de Fran Zabaleta, Marcos Calveiro —nacido en Vilagarcía de Arousa, pero residente en Vigo desde hace años— y el protagonista de este artículo, Fernando Lillo Redonet, que tampoco nació aquí pero que le ha dedicado a Vigo gran parte de su vida docente.
Doctor en Filología Clásica, profesor de latín y griego, novelista, articulista, bloguero y divulgador, Lillo Redonet es una de las mayores eminencias en la temática del cine de romanos y un apasionado de la enseñanza.
Fernando Lillo ha publicado Un día en Pompeya, una «historia ficcionada» y hoy ha tenido la amabilidad de atender a las preguntas de Vigo É, lo cual le agradezco de antemano.
En primer lugar, quiero darle la enhorabuena por su reciente publicación, Un día en Pompeya, un libro que muestra de una forma entretenida cómo era la realidad cotidiana de los habitantes de esta ciudad. ¿Qué puede contarnos, sin desvelar demasiado a los lectores?
Un día en Pompeya es un libro de enfoque original que yo llamo de “historia ficcionada”. En él el lector se verá transportado a la ciudad bajo el volcán a través de la vida de sus habitantes: Cuspio Pansa, el aspirante a edil; Ladícula, el ladrón; Terencio Neón, el panadero; Aselina, la tabernera; Fortunata, la prostituta y muchos más. Son relatos ficticios, pero con una fuerte base documental detrás. Una forma amena de vivir la historia de la famosa ciudad y su tragedia.
En casi todas sus obras aúna la labor de narrador con la divulgación histórica. ¿Cómo se considera a sí mismo: como un novelista de la Historia Clásica o como un divulgador que narra?
A mí me gusta la concepción que tenían los historiadores romanos del género histórico como una obra literaria con las características de docére, delectáre y movére, enseñar, deleitar y conmover. En mis novelas abordo el Mundo Clásico desde la ficción, pero en mis ensayos también intento enseñar deleitando, bien utilizando una ficción controlada, bien haciendo que la exposición sea lo más agradable posible para el lector.
¿Y qué tienen los romanos para que nos gusten tanto? ¿Por qué cree que ese período histórico en concreto acapara tantas obras de ficción —novelas, películas…—?
Los romanos y su tradición han estado presentes desde siempre como uno de los pilares de la cultura occidental. El derecho, la ingeniería o la concepción de un imperio global son aspectos que todavía hoy están vigentes. Pero Roma también nos ofrece, al menos en el imaginario popular que se ha ido creando con los siglos, pasiones, banquetes, lujo, intrigas políticas, batallas… Ingredientes esenciales de toda buena novela o película. Creo, además, que el cine y la televisión han contribuido al gusto por lo romano con obras ya clásicas como Espartaco o Ben-Hur, o más recientes como Gladiator y la serie de televisión Roma.
Su novela inmediatamente anterior fue Los jinetes del mar. El secreto de Cartago. ¿Qué puede contarnos de ella?
En ese caso quise narrar la extraordinaria y bastante desconocida historia de la navegación de Hannón, el cartaginés, hasta al menos lo que hoy conocemos como Camerún. Que yo sepa nunca se había novelado en castellano este periplo de uno de los primeros viajes por la costa occidental de África. Para reconstruirlo he utilizado los escasos datos literarios y arqueológicos combinándolos con las características de una novela de aventuras. El lector acompañará a Hannón y a los suyos en un emocionante viaje en busca de lo desconocido, pero a la vez con un propósito comercial en el que estaba en juego la supervivencia de Cartago.
Con Cartago ocurre exactamente lo contrario que con Roma, que su presencia en las obras de ficción es apenas testimonial. ¿O es solo una impresión mía?
Efectivamente. Cartago es un tema muy poco tratado en las novelas históricas, aunque haya obras de calidad como el Aníbal de Gisbert Haefs o La cólera de Aníbal de Arturo Gonzalo Aizpiri. La mayoría de las novelas se han centrado sobre todo el periodo de las guerras púnicas por ser el más conocido y del que tenemos más información.
Su gran ámbito de trabajo es el público joven, tanto en su trabajo como profesor del IES San Tomé de Freixeiro, en Vigo, como en su faceta de escritor. ¿Qué es lo que le motiva tanto de este público en concreto?
El público adolescente y joven está en un momento vital ideal para el descubrimiento de los secretos de la existencia, y el Mundo Clásico guarda muchos de ellos. Es realmente gratificante ver cómo leen por primera vez sobre las aventuras de Ulises, Jasón u otros héroes de la Mitología griega, mucho más ricos en matices que los superhéroes modernos. O cómo pueden emocionarse al reconocer que su vida está llena de latín y griego, empezando por sus nombres propios, los días de la semana, los meses del año, los signos del zodíaco, los nombres de las asignaturas; incluso su misma denominación de alumnos, que viene del latín y significa “alimentados”. Yo siempre les digo al terminar el curso: “Os olvidaréis de muchas cosas, pero no de que “todo” viene de Grecia y Roma”.
Existen pocos ejemplos en castellano de novela histórica juvenil, podríamos nombrar a Lola Gándara o Marcos Calveiro. ¿Cómo decidió dedicar sus obras de ficción a este grupo de edad?
Desde siempre he creído que el relato histórico era un buen medio para acercar el Mundo Clásico a los más jóvenes. De esa idea nacieron mi serie de Un salmantino en Roma, El aprendiz de brujo y otros cuentos de Grecia y Roma o, más recientemente, mi libro para Cultura Clásica titulado Superhéroes griegos. En cuanto a mis novelas, siempre he pensado en un público amplio y en buenos lectores que desearan disfrutar con los héroes griegos de Teucro, el arquero de Troya; participar en la resistencia frente a Roma en Medulio, el norte contra Roma; degustar la filosofía y la historia con Séneca, el camino del sabio, o sentir el sabor de la aventura a través de Los jinetes del mar.
También es autor de numerosos artículos científicos y de divulgación, y ha sido profesor universitario. ¿En qué piensa que cambia dirigir su obra a jóvenes respecto al público adulto?
Si lo que quieres transmitir está bien contado y se pone toda la pasión de la que uno es capaz, seguro que el lector, sea joven o adulto, disfrutará con la lectura. Lógicamente en ambos casos busco temas atractivos, pero cuando escribo para jóvenes intento que el vocabulario y el estilo, sin dejar de ser atractivos, sean más sencillos. De todos modos, hay jóvenes que leen mejor que muchos adultos.
¿Y cómo perciben estas obras sus alumnos? ¿Qué respuesta ha obtenido de los jóvenes a los que da clase todos los días?
Mis alumnos más jóvenes disfrutan mucho con El aprendiz de brujo y otros cuentos de Grecia y Roma o con los relatos de Superhéroes griegos. Los de Bachillerato leen con interés Teucro, Medulio y Un día en Pompeya; los más voraces se atreven incluso con Séneca, el camino del sabio. En todo caso, al final, a muchos consigue engancharles la pasión por el Mundo Clásico, y es precioso cuando recibes un e–mail o un mensaje diciéndote que han visitado tal o cual sitio relacionado con Grecia y Roma y se han acordado de ti.
He podido ver yo mismo la forma en que realiza divulgación histórica seria y rigurosa entre los alumnos del instituto, tanto en su propio blog y canal de YouTube ⸺para los que crearon, por ejemplo, reproducciones de óstracas griegas⸺ como en persona para la presentación de la novela Los jinetes del mar. El secreto de Cartago ⸺en la que llevaron a cabo una dramatización de la Tercera Guerra Púnica y de una formación en tortuga de las legiones romanas⸺. ¿Qué puede contarnos de este trabajo?
Mi lema es “Tocar la Antigüedad”, es decir, que los alumnos experimenten Grecia y Roma y el latín y el griego de la forma más directa posible. Para ello realizamos numerosos talleres prácticos escribiendo en papiro con cálamo y tinta los textos escolares antiguos, realizando grafitis en arcilla o pintando la pared del centro con textos encontrados en Pompeya. También elaboramos lucernas, las lámparas de aceite romanas, e incluso las encendemos después. Nos atrevemos incluso a recrear la falange hoplita de atenienses y espartanos o, como tú pudiste ver, la tortuga de los aguerridos legionarios. Me doy cuenta de que, a pesar de vivir en un mundo lleno de referencias visuales y virtuales, a los alumnos les sorprende mucho más lo que pueden tocar y realizar con sus manos que lo que ven en una pantalla.
Además, ha defendido en repetidas ocasiones el valor didáctico de la ficción histórica ⸺novelas, películas⸺ y del juego como forma de aprendizaje, ¿no es así?
Fui uno de los pioneros, allá por años 90, en defender el uso didáctico del cine de romanos en el aula con mis libros El cine de romanos y su aplicación didáctica y El cine de tema griego y su aplicación didáctica. También he promovido la lectura de novelas o relatos históricos como forma de acercar la Civilización Clásica a los alumnos. En cuanto a los juegos, he creado con algunos compañeros unos cuantos para su uso en el aula: De Rómulo a Remo (una especie de oca romana), El bingo de la Mitología griega, el juego de preguntas y respuestas Labyrinthos o el juego de cartas Veni, vidi, vici. Además, practicamos en el aula y en el patio diversos juegos de los antiguos romanos de mesa o movimiento, siguiendo, una vez más, la premisa de “tocar la Antigüedadd”.
No quiero robarle más tiempo. Le agradezco profundamente su disposición a realizar esta entrevista y espero que haya más ocasiones para debatir con un experto de su importancia, porque siempre es un lujo para este periódico. ¿Hay algo más que desee transmitir a los lectores?
Simplemente que disfruten de Grecia y Roma con intensidad a través de cualquier medio: leyendo ensayos y novelas históricas, viendo series y películas o disfrutando de las más bellas páginas de la literatura grecorromana de la que mana un inmenso caudal de gozo y sabiduría. El Mundo Clásico está muy vivo entre nosotros.