«No lloré nunca tanto en mi vida, por fascículos, primero en el agua, luego en tierra, en el podio…». Así narraba este domingo el regatista vigués Nicolás Rodríguez sus emociones tras lograr el pasado martes su medalla de bronce en la modalidad de 470 junto al barcelonés Jordi Xammar. Tras aterrizar en el aeropuerto de Peinador, el medallista olímpico también desveló un problema en su barco que estuvo a punto de echar al traste con sus aspiraciones.
Y es que el segundo día de competición la embarcación sufrió una rotura en los labios de la orza (láminas que se colocan en la parte inferior del casco, en la cajera de la orza, para evitar la entrada de agua). Nicolás explicó que llegaron a Tokio con una gran presión al saber que eran candidatos a las medallas y admitió que no estuvieron a su mejor nivel.
«Rendimos por debajo de nuestro nivel, nos costó un poco entrar en el campeonato, empezamos con la presión de la medalla, tuvimos muchos problemas y una pieza falló, todavía no se sabe pero los labios de la orza provocaron que no tuviésemos velocidad», señaló. Este elemento que va en la obra viva del barco se despegó y su resistencia les impidió estar al 100%. «Nos tuvimos que quedar ese día hasta las nueve de la noche en el club, la hora a la que cerraba, para repararlo y poder competir», añadió.
Penalización con Canadá
Las cosas se complicaron todavía más en el tercer día de regatas. «Al día siguiente tuvimos una penalización en barlovento con el barco canadiense, nos lastró hasta el puesto 15 puesto y quedamos 14», indica. La medalla se ponía todavía más cara, pero la reacción fue impecable. «El campeonato se puso muy difícil pero nunca le perdimos la cara, confiamos en nuestro trabajo y al final luchando, que es lo que sabemos hacer, lo conseguimos», dijo.
«Somos conscientes de que fue una semana dura, no estuvimos al mejor nivel, pero aun así lo conseguimos», apuntó antes de recordar la situación crítica tras perder Tamara Echegoyen (49erFX) y López Marra (49er) la medalla en el último suspiro. «Fueron dos días muy duros, con Tamara y Iago el equipo sufrió mucho», reconoció.
Vuelos a Amsterdam y Madrid
Este domingo el vigués vivió otra «cascada de emociones» tras un vuelo de seis horas hasta Amsterdam y una espera en el aeropuerto de otras tantas horas hasta Madrid. «Aun non me dio tiempo a asimilarlo, fue una una montaña rusa, entre emociones, sensaciones y disfrute, todavía no soy consciente de lo que pasó, decía antes de llegar a las Olimpiadas que mi vida acababa el 4 de agosto e así fue, ahora toca disfrutar con mis amigos y familia», señaló a los medios ya en Peinador.
Sobre su futuro no quiere adelantar acontecimientos y aseguró que el próximo mes decidirá. «En septiembre le dará el botón de «on» en mi cabeza y empezaré a pensar en el futuro, ahora quiero estar con los míos, fueron cinco años muy duros, ya veré», dijo.
«El bronce me sabe a oro»
Nicolás Rodríguez agradeció el trato «especial» de la tripulación del avión que le trajo hasta Vigo. «Estuve en la cabina, fue muy especial, se portaron muy bien, llegar así y poder ver así la Ría fue especial, no lo había hecho nunca». Para el regatista «el bronce sabe a oro, es irrepetible e indescriptible», sobre todo tras la situación vivida hace cinco años, cuando estaba a punto de irse a trabajar a Holanda y recibió la llamada de Jordi Xammar para formar equipo.
«Estuve desconectado durante el campeonato, para intentar no sentir la presión y cuando encendí el móvil después del podio tenía más de 3.000 mensajes, la verdad es que hice bien en tenerlo apagado», apuntó.