Quienes visiten por obligación o por curiosidad el aeropuerto de Peinador, en la ciudad de Vigo, observarán varias cosas curiosas, absurdas e incómodas. A estas alturas de la pandemia del Covid19, cuando las medidas restrictivas se van relajando porque ya no tiene sentido la rigidez de los primero meses, el aeropuerto de Lavacolla —ahora llamado Aeropuerto Rosalía de Castro—, y el Aeropuerto Francisco Sá Carneiro, de Oporto —aun cuando este no está sujeto a las mismas normativas porque no es una terminal española, pero es competencia clara—, permiten la entrada de acompañantes con los pasajeros, tanto en las partidas como en las llegadas.
En Peinador, en cambio, la rigidez es absoluta y absurda, podríamos decir que férrea, y los acompañantes tienen que quedarse de puerta afuera haga frío, haga calor, o llueva torrencialmente, o incluso tengan ganas de ir al baño. Tal como puede leerse en los grandes carteles de la entrada, no puede entrar nadie que no sea pasajero, bajo la amenaza de una multa que a muchas personas nos parece de dudosa legalidad, porque si la mayoría de las multas derivadas del incumplimiento de las normas Covid-19 son finalmente sobreseídas, ese tipo de multa por entrar en un espacio público quizá no se nada más que una cuestión intimidatoria que podría considerarse como chulesca. ¿Quién pondría la muta, el vigilante que impide la entrada? Esa persona es un mandado que hace su trabajo, pero no es una autoridad con competencia para multar. Sea como fuere, y así las cosas, los pasajeros abrazan y besan a sus familiares y amigos, pero al aire libre, mientras la terminal permanece vacía por unos motivos que nadie termina de comprender. ¿Acaso es diferente la situación en un aeropuerto que en los autobuses urbanos e interurbanos, o en el tren, donde los pasajeros en muchas ocasiones van literalmente estrujados? O en un supermercado o en unos grandes almacenes, donde en ciertos tramos horarios se llenan de personas.
Otro asunto curioso en el aeropuerto de Peinador es el anuncio comercial de la torre de control. El aeropuerto de Peinador pertenece a AENA, empresa pública, igual que el de Santiago de Compostela. El espacio de la base de la torre, tal como puede comprobarse en la fotografía, hace tiempo que la han comercializado para colocar anuncios de empresas privadas. Durante mucho tiempo estuvo colocado el de una entidad bancaria que, por cierto, trae tristes recuerdos para la ciudadanía de Vigo. Ahora está el anuncio de una conocida y exitosa marca de cerveza gallega. La comercialización de ese espacio público desmerece la imagen del aeropuerto. No se comprende que un aeropuerto de titularidad pública negocie con esos espacios para ponerlos al servicio de empresas privadas. Alguien tendría que aclarar de un modo transparente esa cuestión.
No podemos olvidar, tampoco, la falta de información de la parada del autobús urbano que está a la entrada de la terminal viguesa. La pantalla electrónica, como puede comprobarse en la fotografía, anuncia la fecha, la hora y la linea de autobús, pero no informa, en cambio, de algo tan fundamental para el interés del público como es el tiempo que tardará en llegar el autobús, e incluso el tiempo aproximado que tardará en llegar al centro de la ciudad.
En mi opinión, es evidente que las mentes pensantes se han olvidado de lo más básico en cuanto a los auténticos servicios del aeropuerto de Peinador, además de respetar las sensibilidades de la ciudadanía. Todas las incomodidades que se derivan de estas decisiones, en mi opinión, erróneas, no contribuyen, precisamente, a una aceptación general de la terminal de Peinador como punto de llegada y partida de viajes. Por contra, las personas responsables de todo esto que ahora comento sólo están consiguiendo espantar a los viajeros que, con mayor frecuencia, eligen otras ofertas y terminales con un trato más acertado y benévolo.