El 23 de octubre de 1702 fue un brumoso día en la ría de Vigo. No se veía la orilla opuesta. Solo a veces, entre el estruendo apagado de cañoneos y refriegas, aparecían las figuras fantasmales de los mayores buques de guerra de Europa: El Zeven Provinces holandés; el Royal Sovereign inglés; el francés Le Fort. Pero, pasado el mediodía, cuando el viento se llevó los últimos jirones de niebla, se desató el mismísimo infierno.
“¡Quemen las naves!”, gritó el almirante Chateau-Renault cuando comprendió que la batalla estaba perdida. Su orden corrió como la pólvora entre la flota y en pocos minutos la ría de Vigo se volvió el propio infierno. Galeones españoles y fragatas francesas ardían entre explosiones, mientras los buques de guerra ingleses, con el Torbay en vanguardia, seguían cañoneando e intentando el abordaje. Son las cuatro de la tarde de un brumoso día de otoño: El 23 de octubre de 1702. Y la batalla de Rande acaba de alcanzar su punto culminante. Se saldará con más de dos mil muertos del bando defensor y otros ochocientos de la escuadra enemiga. Y, con ellos, la pérdida de la mejor escuadra de guerra del Rey Sol, Luis XIV, y de la flota de Indias española al completo.
Los galeones se habían refugiado en la ensenada de San Simón, con los buques de guerra franceses protegiéndolos en formación de media luna. En el estrecho, se ha tendido una barrera formada por mástiles y cadenas que, con la ayuda de los fuertes de Rande y Corbeiro, esperaban que pudiera ser una defensa eficaz. Pero los planes fracasaron estrepitosamente, en parte gracias a la audacia del comandante inglés Hopsonn.
El 22 de octubre entró por la boca sur de la ría de Vigo la armada enemiga: 160 velas y una fuerza de desembarco de 14.000 hombres. De madrugada, marinos ingleses, en chalupas, intentan cortar la cadena, pero son repelidos. Así que, al amanecer del día 23, tras retirarse la bruma, se ve que los aliados han destacado frente a Teis a sus buques de porte medio, más maniobrables, que comienzan a cañonear los fuertes. Además, el Duque de Ormond desembarca con 4.000 infantes, que en poco más de una hora arrasan a los defensores. Las milicias huyen y se toman prisioneros. Y los fuertes disparan ahora contra la propia flota franco-española.
El capitán y su buque: el «Torbay»
Es aquí cuando emerge la figura del capitán Hopsonn y de su buque, el Torbay (‘Torbellino’). A las dos de la tarde, aprovechando una fuerte ráfaga de viento, el Torbay se lanza sobre la cadena y, contra todo pronóstico, en lugar de romperla pasa con la quilla por encima de ella. De repente, el buque inglés se encuentra del otro lado, rodeado por los barcos franceses. Según algunas crónicas, los defensores le lanzan un brulote en llamas para que se estrelle contra la santabárbara del Torbay, pero cuentan los testigos que, en la explosión, el tabaco en polvo, el rapé que transporta el buque español, forma una nube que sofoca las llamas inmediatamente y evita una tragedia, salvando al buque británico.
Instantes más tarde, también consiguen cruzar otros buques como el Kent, el Mountmouth, el Grafton… y comienza un intenso combate, a cañonazos sin posibilidad de maniobrar, en el fondo de la ría. Unos luchan cuerpo a cuerpo, mientras la metralla barre las cubiertas. Otros ya sólo piensan en huir, a nado o en chalupas. Es entonces cuando Chateau-Renault da la orden de quemar las naves. Todos los barcos son apresados, hundidos o incendiados. Durante horas, el mar en llamas es el último testimonio de la batalla de Rande.
Nacido en la isla de Wight
Hoy el almirante Sir Thomas Hopsonn es reverenciado por su coraje en aquella batalla en la ría de Vigo en 1702. Había nacido en la isla de Wight en 1643 y su determinación de ser marino le vino ya de niño cuando, tras quedar huérfano, llegó hasta el taller donde trabajaba como aprendiz de sastre la noticia de una escala de buques de la Royal Navy. Así que huyó, tomó una barca en el puerto y remó hasta el primer barco de guerra que encontró, donde fue aceptado como voluntario. Es probable que esta historia sea más legendaria que histórica.
Desde 1662, encontramos a Hopsonn a bordo de varios buques británicos en diferentes conflictos. El 10 de diciembre de 1676, fue nombrado primer teniente del Dragón, con el que navegó por el Mediterráneo, donde fueron abordados por un buque corsario berberisco. Allí, en una acción heroica, el capitán Hopsonn le arrancó de las manos a un asaltante su ‘nimcha’, un sable tradicional bereber, con el que consiguió atraversar a su oponente. Además, se quedó con el arma, que pasó a ser su propio sable, del que estaba muy orgulloso. Con él aparece retratado en los cuadros y este ‘nimcha’ -similar a una cimitarra- se conserva actualmente en la colección del National Maritime Museum de Greenwich.
La mansión «Vigo House»
Desde 1682, comenzó a comandar sus propios buques, en guerras sucesivas. En 1693, fue ascendido a contraalmirante y tuvo un papel destacado en la batalla de Lagos, entre otras contiendas.
Y así llegó nuestro Hopsonn hasta la batalla de Rande de 1702, cuando ya contaba 59 años pero no había perdido ni un ápice de su valor. Armado con su característico ‘nimcha’, se lanzó sobre las cadenas y acometió a los galeones de la plata y a la escuadra francesa del Rey Sol.
Fue su última acción bélica, porque tras ella regresó a Inglaterra y fue nombrado caballero por la reina Ana, en reconocimiento a su ‘afouteza’ en la ría de Vigo. Tras ello, se retiró a Greenwich y, finalmente a la villa de Weybridge, a orillas del Támesis, cerca de Londres. Allí se construyó una mansión que llamó ‘Vigo House’, que por desgracia fue demolida en 1928 para dar paso a un hospital. El almirante Hopsonn murió allí el 12 de octubre de 1717, quince años después de haber sido uno de los grandes protagonistas de la batalla de Rande, blandiendo su mítica cimitarra.
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