La juez (o jueza) Mª Belén Ureña Carazo escribió en su (famosa) sentencia: «… la pequeñísima población en la Galicia profunda, a la que se ha trasladado la madre, la localidad coruñesa de Muros, lejos de todo, en la que ni siquiera la madre tiene opciones laborales».
Hay que precisar que la juez (o jueza) Ureña en su fallo no tiene por qué calificar a la localidad de destino de la madre, y además estuvo muy desacertada porque llamarle «Galicia profunda» a una localidad costera que anda por los diez mil habitantes, es no conocer nada de nuestra tierra. Me pregunto cómo calificaría esta señora si el destino de la madre fuera la zona de Ancares/Courel.
Después de la metedura de pata judicial me pregunté si nuestra querida ciudad olívica podría ser incluida dentro del concepto de «Galicia profunda». Mi primera respuesta fue que por supuesto que no, ya que somos la ciudad más grande y potente de todo el cuarto noroeste español, que fabrica miles de vehículos que exporta más allá de nuestra fronteras, con un puerto pesquero de los primeros de Europa y con una universidad (UVigo SpaceLab) que es capaz de colocar satélites en el espacio interestelar.
Pero a continuación me quedé pensando que Vigo también tiene sus sombras. Por ejemplo, tiene un edificio consistorial cuya desaparición sería motivo de gozo para muchos de los vigueses de hoy.
O que cuenta con un paseo (o muro de la vergüenza) en su playa más representativa que desde los años 70 daña a la vista (y a la naturaleza) y que ahí sigue tan campante.
Y que el urbanismo de algunos barrios de nuestra ciudad serían buen ejemplo de lo que no se debe hacer al planear una ciudad. Y es que como dice un buen amigo: «hay zonas en Vigo donde pusieron las casas antes que las calles», y no le falta razón.
Por no hablar de nuestra enorme zona rural donde cada casa es de un padre diferente sin guardar un mínimo de estética ni de armonía en su conjunto.
Hay más ejemplos donde los vigueses no quedamos bien parados pero creo que no es necesario seguir. Y todos ellos podrían suponer votos para incluirnos a los vigueses en el cuarto oscuro de «la Galicia profunda».
Asi que como balance final: menos hacernos los ofendiditos y más llevar a cabo un profundo ejercicio de autocrítica. Creo que buena falta nos hace.