La Praza de España, de Vigo, pide a gritos una remodelación. Es una de las principales puertas de entrada a la ciudad, pero la imagen no es, precisamente, la más adecuada.
La estatua de los caballos, conocida como “Monumento a los caballos” (“A estampida”), fue realizada por Juan Oliveira en 1991. En principio iba a tener una cascada de agua que recorría su base desde la parte superior, pero luego fue descartada por diferentes motivos y por los efectos del viento. El conjunto iba a tener, además, un potente proyector luminoso enfocado de modo vertical y que se vería desde muchos kilómetros de distancia, pero la seguridad aérea, principalmente, tiró por tierra la pretensión de ese haz de luz.
Desde finales de los años sesenta del pasado siglo XX hasta esa fecha, la plaza estuvo coronada por una magnífica fuente luminosa que regaló a su ciudad el productor de cine Cesáreo González. En 1991, la fuente se desmontó y terminó con las piezas deterioradas o perdidas y olvidadas en algún almacén.
Sin menosprecio de la escultura actual, aquella fuente luminosa era realmente elegante e impresionante. La plaza lucía en su contorno la imagen de algunos chalés que han ido desapareciendo, salvo alguno que otro, pero todo aquello resultaba, entonces, un conjunto mucho más digno y armonioso que la imagen actual, con solares abandonados y vallados y alguno de ellos con un enorme socavón, con casas derruidas…
En fin, la Praza de España, de Vigo, es un completo desastre al que nadie, legislatura tras legislatura, se decide a ponerle remedio. Toda la ciudadanía viguesa, e incluso quienes por diferentes motivos nos visitan, piensan que la plaza y el entorno necesita un cambio profundo y urgente para dar la primera —o la última— imagen de una ciudad industrial, moderna y próspera. Y lo mismo le ocurre a la Avenida de Madrid, con una imagen y una circulación desastrosa. ¿A qué estamos esperando para arreglar la principal entrada de la ciudad? Todo son palabras y promesas, pero los hechos no se ven por ninguna parte.