«Rodas», «Anghara», «Tumba», «O Porrón», «O Ovo», «O Porco», «Geppeto», «Tipo X», «El Pañuelo», «Bohemia» o «Sanxenxo». Nombres de establecimientos emblemáticos de la ruta de Vinos de los años 80 y 90 del pasado siglo. A los nacidos en el Vigo de La Transición -también en parte durante las dos últimas décadas del XX- mencionar estos locales significa regresar a su adolescencia. Era la época en la que las calles Real y Teófilo Llorente se abarrotaban los fines de semana antes de acabar en la fiesta en discotecas como «Sol» (rúa Carral) o «Rivelinos» (rúa Pontevedra).
Entre los citados todavía hay alguno que resiste al paso del tiempo. Es el caso del «O Ovo», cuyo propietario reabrió la pasada semana después de año y medio cerrado por la pandemia. A las 12 del mediodía de este lunes, Manuel Pérez ya está a las puertas de su negocio esperando la llegada de su preciada mercancía: los huevos que crían gallinas en libertad en Salvaterra.
«El bar ya existía desde los años 70, pero fue en el 86 cuando mi hermano lo cogió y luego empecé yo», asegura desde la barra del número 35 de la calle Real. El aspecto del establecimiento es idéntico al que tenía en sus orígenes. Nada ha cambiado. Su éxito reside precisamente en mantener la esencia original. «Huevo con sal y pimienta y el chupito de mistela, es lo más típico», señala antes de apuntar que también hay otras opciones, como un chupito apadrinado por «Mítico Jicho de Vigo».
Una vez superada la pandemia, ha vuelto a abrir y el dueño recuerda las diferencias que hay entre la actualidad y los años 80. «Antes había más juventud, era una zona de copas, ahora es más de tapeo y la gente está más mezclado, va cambiando, pero está muy bien», asegura.
Manuel es natural de A Cañiza y recuerda que en los buenos tiempos llegaban a vender 150 docenas de huevos a la semana. «Ahora estaremos entre 50 y 60, todo producto de Salvaterra de máxima calidad, no ha fallado nunca, jamás hemos tenido ni un solo problema», señala. Por su local era habitual ver a exjugadores del Celta como Karpin o Gudelj, también al gaiteiro Carlos Núñez.
Situado entre «El Porrón» y de camino al «Porco», el hostelero hace memoria para nombrar algunos locales que no aguantaron a los cambios. Han pasado casi 50 años desde que «O Ovo» comenzó a entrar, pero abrir el huevo y aliñarlo con sal y pimienta sigue siendo uno de los combinados más clásicos que todavía puede hacerse realidad. Los felices años 80 no volverán, pero «O Ovo» permanece.