El siglo de las luces comenzó en Vigo mucho antes de que Abel Caballero prendiese sus once millones de leds. Porque el 22 de diciembre de 1896, hace ahora exactamente 125 años, se inauguraba el alumbrado público eléctrico en la ciudad, con una ceremonia solemne, aunque sin ‘music’, sin ‘lights’, sin vivas a John Lennon ni desafíos al alcalde de Nueva York, Bill de Blasio.
Pero aquel decimonónico día de diciembre Vigo también se emocionó con sus luces. La responsable fue la Sociedad para el Alumbrado y Calefacción de Coruña y Vigo, la misma empresa que había instalado su fábrica de gas en la zona de Picacho. Para pasarse a la electricidad, instalaron dos motores de sistema Otto, una novedad para la época ya que estos ingenios de combustión interna habían sido patentados por el alemán Nicolaus Otto sólo veinte años antes, en 1876. Aquella maquinaria desarrollaba una potencia de 30 caballos, que permitía accionar dos alternadores de corriente continua de 250 voltios y 120 amperios.
En una escena que casi nos suena actual, el entonces alcalde, el señor Ozores, fue el encargado de encender el interruptor en la plaza de la Constitución. Y, ante la expectación general, el fluido eléctrico llegó hasta la farola central y, en cuanto la bombilla comenzó a iluminar, la multitud prorrumpió en un sonoro aplauso, al tiempo que daban vivas al progreso. Entre las autoridades presentes, se encontraban el director de la fábrica de gas, Álvaro del Diestro, y el responsable de la instalación eléctrica, el ingeniero Francisco Saunier.
Consumada la novedad, hubo un banquete para celebrarlo. Allí sobresalió el discurso del jefe local de Telégrafos, quien pronunció estas emotivas palabras: “Brindo por que esos misteriosos rayos que penetran la masa de los cuerpos, reflejando los que se encuentran más ocultos, penetren también algún día hasta la conciencia y el pensamiento de los hombres, reflejando sus propósitos y exteriorizando sus sentimientos e ideas por el bien de la humanidad y de la ciencia”. Es innegable que, en materia de discursos, en el siglo XIX se brillaba a alto nivel.
La fábrica eléctrica de Picacho seguiría funcionando muchos años, abasteciendo de fluido a las farolas del centro de Vigo hasta el año 1936. Sin embargo, pronto se hizo evidente que hacía falta un mejor sistema de generación para extender el alumbrado y llevar también la electricidad a los hogares. Así que la Sociedad para el Alumbrado y Calefacción de A Coruña y Vigo presentó un proyecto para aprovechar un salto de agua en el río Lérez, para el que se encargó un estudio al ingeniero Ramiro Pascual.
Las obras de esta central hidroeléctrica concluyeron en 1905, produciendo una energía de 2.000 caballos, que fue distribuida por las calles Elduayen, Policarpo Sanz y Porta do Sol, que fueron las primeras de Vigo que se beneficiaron del alumbrado eléctrico, mediante lámparas de bujía con filamento de carbón.
Aunque el alumbrado eléctrico llegaba así 1896, la luz eléctrica ya había sido estrenada en Vigo mucho antes. Es sabido que, en 1880, el industrial Antonio López de Neira, propietario de una fábrica de papel y otra de chocolates, compró un foco con el que iluminó el paso de la procesión del Cristo de la Victoria. Aunque, en realidad, la iluminación eléctrica había llegado a Vigo una década antes, en 1870, cuando se estrenaron en la ría las lámparas Ruhmkorf, en el curso de la expedición dirigida por Hippolyte Magen para el rescate de los galeones de Rande. De hecho, la ría viguesa es el primer lugar del mundo donde se utilizó luz eléctrica submarina para trabajos subacuáticos.
Por cierto, el alumbrado eléctrico llegó a Nueva York algún tiempo más tarde que a la ría de Vigo, pero 14 años antes que a la plaza de la Constitución. Fue en 1882, cuando se encendió la primera farola de la Gran Manzana y se dio suministro a los primeros 85 abonados. Y la palabra ‘abonado’ ilumina lo verdaderamente importante de esta historia: la luz eléctrica fue un gran avance, pero con el invento llegó también su revés amargo: la factura de la luz.
Otros artículos de Eduardo Rolland:
Vigo en 1830, en la pionera descripción de Sebastián Miñano
Aquella última nevada en Vigo de 1987
Azaña, enamorado de Vigo: “Es novísimo, rico y a todo lujo”
Vigo, en las imágenes aéreas del Vuelo Americano de 1946 y 1956
1946: Cabalgata de Reyes para niños ‘con carné de pobre’
250 años del nacimiento de Cachamuíña
Cuando tocó la Lotería de Navidad en la Casa de la Collona
La Navidad de la gripe del 18 en Vigo
La importancia de apellidarse Vigo
El río Oitavén, verdugo de un escándalo en TVE
Vigo, en la Lucha contra el Enemigo Mundial
50 años del Citroën GS, un éxito también vigués
Siete historias clave de la fortaleza del Castro
Los cinco buques de guerra «HMS Vigo»
“Si las mujeres saben coser, ¡bien pueden aprender a conducir!”
Cuando Nostradamus ‘profetizó’ la batalla de Rande
130 años de la calle Elduayen, la primera Travesía de Vigo
Pases pro bus: 40 años de una revolución en Vigo
La ‘Captura de Vigo’: la olvidada invasión británica
La Toma de Vigo vista desde Inglaterra
Verdades y mentiras del «Polycommander»