Nos encontramos en el último día del año y mucha gente realiza una evaluación de sus vivencias durante los últimos 12 meses. El cierre del año nos invita a reflexionar acerca de si estamos en el camino correcto o, por el contrario, queremos cambiar aspectos que nos incomodan de nuestra vida. Entonces surgen los propósitos de año nuevo que todos conocemos, pero que en la mayoría de las ocasiones quedan tan solo en una ilusión.
Los propósitos más usuales que solemos plantearnos son: apuntarse al gimnasio para bajar los kilos que sobran, dejar de fumar, ahorrar para viajar, aprender algo nuevo, pasar más tiempo con la familia, ser mejor persona, etc. Las primeras semanas del año solemos comenzar con demasiado ímpetu, pero esa motivación desmesurada se difumina antes de que finalice el primer trimestre del año. Pero entonces ¿por qué nos cuesta tanto ser constante con el cumplimiento de nuestros propósitos?
Muchas veces nos marcamos objetivos que no son significativos para nosotros; son genéricos y poco relacionados con nuestra situación o necesidades. Tal vez no queramos hacer más deporte porque no nos motiva, o ser tan estrictos con la comida porque nos enloquecen los dulces de vez en cuando. Si los propósitos que nos hemos planteado no nos hacen sentir bien, sino todo lo contrario, nos suponen una carga, entonces acabamos abandonándolos.
Por otro lado, cuando los objetivos tienen significado para nosotros e, incluso, ponemos empeño para cumplirlos; igualmente se nos hace difícil ser constantes. Uno de los factores que hace que esto ocurra es porque los cambios que empleamos para realizarlos son radicales, pretendemos que nuestra vida sea diferente de un día para otro. Por ejemplo, el dejar de fumar de forma tajante, en lugar de reducir el número de pitillos poco a poco, puede generar ansiedad y riesgo de volver a caer en el mismo hábito.
Somos animales de costumbres y en cuanto bajamos la guardia, la inercia nos lleva a instalarnos en lo conocido de forma automática, y con ello la frustración por no conseguir el objetivo. Es importante adoptar cambios y añadir conductas de forma paulatina, con disciplina y de forma consciente que, cada vez, nos aproximen a nuestro propósito. Los pequeños y continuos esfuerzos que se van realizando suelen dar resultados precisos. Estos son algunos consejos que se pueden aplicar para conseguir nuestras metas con éxito:
- Elegir los objetivos de acuerdo a nuestros propios deseos y gustos genuinos. No se puede pretender querer hacer una actividad porque esté de moda. Por ejemplo, hace unos años se puso de moda el crossfit, pero no es un deporte apto para cualquiera y hay quien se sacrifica tan solo por esa foto llena de likes para sus redes sociales. Es importante valorarnos y valorar nuestra individualidad. En lugar de ese deporte, se puede optar por muchos otros que nos estimulen y consigan el objetivo que nos habíamos propuesto: el de bajar de peso y mantenernos saludables.
- Descartar cosas y priorizar lo importante. Ponemos el listón muy alto y enumeramos una lista con un montón de objetivos para el nuevo año, pero probablemente no haya tiempo para todo. Prioriza los más importantes. Eso no quiere decir que debas renunciar a los demás, pero nuestro tiempo es limitado —trabajo, hijos, descanso, relaciones personales…— y no podemos abarcarlo todo. Es más satisfactorio tener 2 o 3 objetivos y cumplirlos, que 10 y no conseguir ninguno.
- Hacerlo poco a poco. Como se cita anteriormente, este punto es el más importante. Es necesario crear hábitos con paciencia, desde el cariño y respeto hacia uno mismo. Pequeños pasos que nos acerquen hasta el objetivo principal y conseguir a largo plazo el estilo de vida deseado.
En definitiva, si queremos un plan para saber comer bien durante toda la vida, es mejor que hacer una dieta restrictiva temporalmente y que tengamos que pasar hambre; o si queremos dejar de fumar para siempre, es mejor reducirlo paulatinamente que no generar una crisis de ansiedad y recaer con más fuerza. Los pequeños esfuerzos con disciplina llevan al éxito a largo plazo.