Cuando Nadal consiguió el último punto toda España pegó un «chimpo» y se emocionó al unísono. Los españolitos de a pie, todos gritando y dando vivas a Rafael Nadal, como si fuéramos un sólo hombre.
Rafa, (me permito esta familiaridad porque es uno de los nuestros) lo había vuelto a hacer. Hacía unos meses que andaba con muletas por un escafoides descalabrado, y hace tres semanas que nuestro campeón no sabía si podría acabar el torneo del hemisferio sur.
Cuando perdió el segundo set por 7 a 6 a todos sus seguidores nos entró un bajonazo porque el ganar se veía muy duro incluso para Nadal. Para nuestro campeón lo de remontar partidos siempre fue algo habitual, pero ahora eran diez años de diferencia con el rival y un cuerpo muy reparadito, por lo que a todos nos entraron dudas al respecto.
Cuando el español ganó la tercera manga en la cabeza del ruso se debió producir un chispazo, y una pequeña duda se empezó a formar. Al acabar el cuarto set con otro 6-4 la duda del desgarbado jugador ya le ocupaba buena parte de su cráneo. «Pero si hace un momento tenía el torneo ganado…» Efectivamente lo tenías…, casi», pero es que estás jugando con un deportista que bajó del espacio en una nave nodriza para deleite de la afición española, porque Rafa no es de este mundo. El balear se agarra a la pista como si no hubiera un mañana, y para desalojarlo necesitas un cañón como el Gran Berta de la guerra del 14…, y aún así.
Y llegamos al último punto que hacía el 7-5 del quinto set y Nadal no se tiró al suelo sino que que se quedó parado con una sonrisa de oreja a oreja, como no creyéndose lo que había hecho…, otra vez. Pero el que menos se lo creía era su rival, un gran jugador (pero borde y antipático hasta decir basta) que se la tenía que envainar y volver a la Madre Rusia con el rabo entre las piernas. Hay que decir que, después del encuentro, el portavoz de Putin, Dimitri Peslov, felicitó a Nadal por su victoria.
Y al acabar el partido todo el pabellón Rod Laver estalló de júbilo celebrando la victoria de Nadal como si estuviera jugando en Madrid, y es que el público de todo el planeta valora a nuestro jugador por su talento, pero aún más por la elegancia con la que siempre se comporta, hacia los espectadores y por supuesto con el rival.
Cuando D. Rafael Nadal se retire lo vamos a echar muuucho de menos, y es que siempre nos llena de orgullo y satisfacción (y emoción), como diría el Emérito. Esta es la España que nos gusta, la que triunfa por todo el mundo con talento y trabajo, y siempre con deportividad y una sonrisa por delante, lo que nos hace sentirnos a los españoles como en una nube.
Y es que entre Nadal y las Tanxugueiras fue un finde que sonó a música celestial.