Una semana más, el aventurero Jesús Calleja ha dado una lección de televisión constructiva, benévola, profunda y compleja, que ahonda en los sentimientos y se deleita con maravillosos paisajes. La actriz Amaia Salamanca mostró su pasado, su presente, sus ilusiones y sus proyectos de futuro a la vez que se entregaba plenamente al viaje y regalaba a los espectadores unos momentos preciosos.
Planeta Calleja es un programa diferente a todos. Heredero de la pasión por viajar como motor de una historia, recoge la tradición de La vuelta al mundo en 80 días o El hombre que pudo reinar y se organiza en torno a una ruta de aventuras, que generalmente incluye visitar un lugar salvaje —un glaciar, un desierto, una cascada, una cordillera— y además exige la realización de una prueba física dura para alcanzar una meta determinada. Esto de por sí ya podría generar un espacio interesante de emitir, pero quizá no para un canal mayoritario y en horario de máxima audiencia.
Identificación del espectador
El gran logro consiste en que ese reto lo lleve a cabo una persona conocida en algún ámbito noble de la sociedad —un presentador, deportista, cantante, político… no es lugar para delincuentes—, lo que produce de manera automática la identificación del espectador. El famoso descubre un lugar remoto al mismo tiempo que quien lo ve al otro lado de la pantalla, y se ve ante las dificultades del viaje con una entrega que solo puede generar admiración.
Pero, además de una aventura, también es un descubrimiento interior. Enfrentado a una experiencia tan dura y novedosa a la vez, no puede mantener la coraza que lo ha protegido durante años y termina por sincerarse ante la cámara. La verdad fluye sin escudos y se expone con naturalidad, lo que permite conocer mejor a la persona justamente cuando la han arrancado de su entorno.
Este pasado lunes, fue Amaia Salamanca quien participó en Planeta Calleja y su destino resultó ser Kirguistán, uno de los países más desconocidos de Asia Central. Amplio y montañoso, formó parte durante siglos de la Ruta de la Seda y por allí discurrieron algunas de las mayores fortunas del mundo. Comerciantes de miles de naciones y creencias distintas recorrieron sus abruptas montañas con el fin de conectar Oriente y Europa. Marco Polo fue uno de los más famosos de estos viajeros y su impronta quedó en el legado histórico de esta ruta.
Costumbres ancestrales
Pero, salvo por esa cuestión, los habitantes de Kirguistán han permanecido básicamente aislados del resto del mundo y conservan gran parte de sus costumbres ancestrales. Su vida es nómada y en forma de tribus, que cambian de emplazamiento cada seis meses y para ello montan y desmontan sus viejas tiendas de piel de oveja con una facilidad portentosa. Ellos, sus monturas y sus rebaños atraviesan el país con la lentitud de los tiempos antiguos, cuando lo único importante era seguir las reglas de la montaña y vivir en paz. Cada noche, la tribu se reúne en torno al fuego y los más jóvenes cantan y tocan instrumentos tradicionales. Cuentan historias, ríen, comparten la cena y se divierten igual que hacían sus padres y sus abuelos. La vida en Kirguistán no ha cambiado especialmente en las últimas generaciones salvo por la llegada inesperada de la radio. Para ellos, ese ha sido el mayor cambio reciente, pues a través de la radio pueden obtener el parte meteorológico y saber si va a haber lluvia al día siguiente. No quieren saber nada más del mundo, solo si en su tierra va a llover. Y son felices.
En este ambiente anómalo, congelado en el tiempo, Amaia Salamanca disfrutó de una aventura plena y maravillosa, y eso se notó a través de la pantalla. Contó sus experiencia televisivas, sus grandes papeles, su trabajo actual y lo que le aguarda en el futuro. Igual que muchas actrices, habló sin tapujos de cómo las mujeres dejan de tener acceso a buenas ofertas conforme van cumpliendo años. Compartió lo mucho que disfruta de su vida familiar, los sentimientos que le despierta y lo plena que es. Recordó todo lo que había hecho y lo feliz que se sentía ahora, incluso en el lugar más remoto y desconocido del mundo.
Naturalidad
Ante una tienda nómada, los problemas de la sociedad occidental parecen más nimios y las personas se vuelven más auténticas, como le ocurrió a Amaia Salamanca cuando se mostró con naturalidad en todo momento y disfrutó compartiendo la sonrisa de los nómadas, que era pura y sincera.
En esos pequeños detalles reside la grandeza del programa, que siempre muestra la verdad en todos sus planos, igual en las tomas con dron sobre las enormes montañas como en los primeros planos de risas, lágrimas y honestidad. Por eso Planeta Calleja siempre te alegra el día, porque te regala un momento de pura verdad, y eso te devuelve la esperanza en la televisión y, como consecuencia, en el género humano.