Kenneth Branagh repite como director y protagonista de una adaptación de Agatha Christie después de Asesinato en el Orient Express. Esta vez, el detective Hércules Poirot se desplaza a Egipto de vacaciones y se encuentra de cara con un asesinato aparentemente imposible de resolver. Justo su especialidad.
Era 1937 cuando Agatha Christie publicó Muerte en el Nilo, su novela número 23 y la historia número 16 en la larga trayectoria del personaje Hércules Poirot, un detective belga de enorme popularidad tanto dentro como fuera de sus libros. A lo largo de los muchos relatos que protagonizó, Poirot logró una fama bien merecida como investigador de casos imposibles, misterios inexplicables y crímenes rocambolescos, lo que hacía que no pudiera moverse por el mundo sin que alguien lo reconociera y le pidiera que contase alguna anécdota. En esta novela en concreto, se halla de turismo en Egipto cuando topa con un viejo conocido, el coronel Race, que ha estado persiguiendo en secreto a un revolucionario local. Ambos descubren consternados que uno de los viajeros del vapor en que remontan el Nilo ha aparecido sin vida. Un pequeño disparo de pistola en la cabeza. Una pérdida terrible que provoca la angustia en todo el pasaje y que obligará a estos dos viejos amigos a iniciar una investigación discreta y cerebral para identificar al asesino, y de paso para cazar al revolucionario. Las pirámides y los templos han dejado de tener importancia frente a la resolución de un homicidio.
La autora plantea el juego clásico del que sigue siendo maestra: un cadáver y un número de sospechosos, con un protagonista encargado de resolverlo. El lector intenta ser más inteligente que ella y darse cuenta de las pistas que ha ido dejando a través de las páginas con el fin de averiguar la identidad del asesino antes que el investigador. Pero eso nunca es posible con Agatha Christie. A día de hoy continúa siendo la reina de la novela policíaca porque maneja como nadie el proceso de resolución del crimen y el momento exacto en que se desvelará el misterio, por lo que el lector siempre queda maravillado, engañado y feliz. El asesino nunca es quien había sospechado, pero la resolución es tan coherente con el desarrollo de la obra y la deducción del protagonista resulta tan brillante que no queda más remedio que admitir la derrota con deportividad. Christie es la que gana siempre y sus lectores disfrutan del reto.
Muerte en el Nilo, en concreto, habla de la vetusta sociedad británica y sus rígidas normas de convivencia, frente a la frescura norteamericana y su nuevo dinero. Y todo eso en un marco todavía más antiguo, en un lugar con milenios a sus espaldas, donde las rancias familias inglesas no impresionan mucho.
Igual que ocurría con Poirot, Agatha Christie ya había alcanzado el estrellato cuando escribió esta obra. Había dejado atrás su empleo como enfermera durante la Gran Guerra —del que obtuvo enormes conocimientos sobre venenos que luego usaría en sus asesinatos literarios— y había encontrado su propio estilo —alejándose, como ella misma reconoció, de la sombra de Arthur Conan Doyle, que antes había amado como lectora—. Había obtenido un éxito impresionante en 1926 con El asesinato de Roger Ackroyd, una de sus novelas más celebradas y de Poirot en concreto, y se había dedicado a recorrer el mundo y a participar en numerosas excavaciones arqueológicas. Esto lo aprovechó más tarde para situar algunas de sus obras, como La venganza de Nofret o esta misma. Durante uno de esos trabajos conoció al que sería su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan.
Christie alcanzó los mayores reconocimientos en vida y, a lo largo de los años, ha llegado a ser la novelista que más ejemplares ha vendido de sus obras en todos los tiempos, con unos dos mil millones de copias, y esta película demuestra que sigue de pleno vigor.
Muerte en el Nilo ha sido adaptada a numerosos formatos desde su publicación: obra de teatro, obra de teatro televisada, película, serial radiofónico, serie de televisión, videojuego y novela gráfica. Ahora vuelve a la pantalla grande con una superproducción a la altura de esta historia, y eso ha hecho que se editen de nuevo sus novelas en las formas más diversas. Poirot regresa al trabajo y ni el crimen más inverosímil o el asesino más inteligente podrán derrotarlo.
Es buena época para Agatha Christie, lo que siempre constituye una buena noticia.