Todas las guerras son abominables. Todas sin excepción. Sin embargo, en los medios de comunicación se habla de la guerra de Ucrania como si fuera la única actual en el mundo. Es cierto que la población ucraniana está sufriendo las consecuencias de la ocupación armada y que no hay ninguna disculpa para lo que está ocurriendo, no obstante, sí existen explicaciones que no se están dando porque no interesan, es decir, que cada parte cuenta las cosas como le convienen.
Conviene recordar, porque nunca se habla de esto, que actualmente aún existen guerras activas en Yemen, Etiopía, Afganistán, República Democrática del Congo, Camerún, Siria, Nigeria, República Centroafricana, Malí…, y, desgraciadamente, un largo etcétera. Curiosamente, la mayoría de las guerras son en África, un continente con grandes recursos de todo tipo donde la paz es difícil de encontrar. Sin embargo, nadie habla de esas guerras de África porque los intereses políticos y económicos ahora están centrados en Ucrania, lo de África lo tienen bajo su control.
En cuanto a la guerra de Ucrania, que es la que podríamos decir más mediática, es preciso decir que está vinculada con la evolución de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que se firmó el 4 de abril de 1949, después de la II Guerra Mundial. El gran público desconoce que la OTAN es un sistema de defensa colectiva de los países integrantes y que los primeros países en asociarse fueron Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido, Luxemburgo, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Islandia, Portugal, Italia, Noruega, y un poco más tarde, en 1952, se unieron Turquía y Grecia, y Alemania en 1955.
Dos años más tarde de la constitución de la OTAN, en 1954, la entonces Unión Soviética propuso su incorporación para mantener la paz en Europa, pero se rechazó. Como consecuencia del rechazo, la Unión Soviética y sus aliados firmaron el Pacto de Varsovia, en 1955. Pero la disolución de la Unión Soviética, entre los años 1990 y 1991, conllevó, en 1991, la disolución del Pacto de Varsovia.
España, por su parte, comenzó a dar los pasos para su incorporación en 1996 y entró definitivamente el 1 de enero de 1999. El PSOE, que se había manifestado en contra y que había prometido un referéndum sobre la permanencia si llegaba al gobierno, se vio obligado a cumplir su promesa, pero con un cambio de actitud como consecuencia de la presiones de Estados Unidos. Entonces, no tuvo más remedio que rectificar aceptando la permanencia en la OTAN, pero con tres premisas: la reducción de las bases norteamericanas en España; la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares; y la no incorporación a la estructura militar. La realidad actual habla por sí sola, con independencia de que quien firma este artículo esté o no de acuerdo con esto.
Lo curioso de la OTAN es que, desde 1997, fueron ingresando catorce de los países que habían integrado la antigua Unión Soviética: Letonia, Estonia, Bulgaria, Macedonia del Norte, Montenegro, Albania, Croacia, Eslovenia, Eslovaquia, República Checa, Rumanía, Hungría, Lituania, Polonia, todos ellos formando una auténtica pinza sobre los restos de la Unión Soviética. Ahora le tocaba el turno de incorporación a Ucrania, que es otro de los países que engrosa ese círculo y es evidente que Rusia se ha sentido amenazada.
No sabemos lo que ocurre en la mente de Putin, el actual presidente Ruso, pero no es difícil imaginar que esa amenaza de sentirse rodeado, ese notorio hostigamiento de Occidente con la OTAN cada vez más cerca, ha desatado sus ansias por recuperar el antiguo imperio ruso, además de considerar el peligro de perder las inmensas reservas mineras y de gas que posee Ucrania. Putin está defendiendo sus intereses y Occidente los suyos, porque esta es una guerra de intereses.
La actitud belicista de Putin, con una guerra en la que todo vale, es detestable, repugnante, por supuesto. Pero también lo es la propaganda de ambos bandos, cada cual más interesada y sin que sepamos dónde empieza y dónde termina la verdad de cada información.
En mi opinión, resulta negativo el desmedido interés del presidente Ucraniano por remover los recuerdos más dolorosos de la historia reciente de cada país de Occidente (11 de septiembre, bombardeo de Guernica, etc.), mostrando excesivo interés por entrar a formar parte de la OTAN, tratando de que todos nos metamos en esa guerra contra Rusia, lo cual conllevaría, sin duda, un final apocalíptico. Es evidente que cada bando cuenta la guerra como le conviene, y me he llegado a preguntar hasta qué punto algunos ataques contra civiles son realmente provocados por el enemigo o, en cambio, son mecanismos secretos y crueles para que nos pongamos todavía más en contra; en la guerra vale todo en todos los bandos. El tiempo dirá la verdad.
Mientras tanto, cuando la mayoría del mundo está pendiente de esa barbarie bélica de Ucrania en la que la información también se usa como arma, en países de África y de Oriente siguen matándose incluso sin balas como la que muestra la fotografía, simplemente —-qué barbaridad—- a machetazos. Y tampoco respetan ni a las mujeres, ni a las niñas y niños, ni a los mayores. Son otras guerras igual de crueles que la de Ucrania, pero Occidente mira hacia otro lado porque la crueldad sí es la misma en todas ellas, pero los intereses mundiales son diferentes.