Hasta hoy nunca había visto a un dinosaurio con resaca y tan serio bebiendo un mini de cerveza en la barra de un festival indie (aunque de haber imaginado a un dinosaurio en un festival seguro que habría sido en un festival indie). Y esa no era la noticia. Caminó hasta el centro del recinto cabizbajo y arrastrando su cola gruesa y verde de algodón manchada de polvo. Lo esperaba su amiga la bruja, muy atenta a las reivindicaciones de Chechu, vocalista de Aphonnic. La noticia tampoco era el corazón roto de la chica que discutía con su novio en la puerta, no era (aunque lo mereciera) el talento de la banda de instituto que promete ser la nueva constelación del rock gallego. La noticia en Vigo tampoco era era, ni de lejos, Kiev. La noticia era Iggy Pop: la iguana está aquí, entre nosotros. Cuando nos despertamos, la iguana estaba aquí.
Las mesas de la terraza del centro comercial A Laxe estaban llenas de gente a las 19:00, a las 20:00 y a las 21:30 también. Ya no estaba, por cierto, el escenario intruso que se convirtió en un improvisado palco el día anterior. Fuera del recinto todos hablaban de Iggy Pop, pero dentro la mayoría de las voces a primera hora de la tarde llegaron para ver a The Vaccines. A las 19:30 el público era joven y en el Muelle de Transatlánticos no había ni un cuarto de del aforo completo. Todos eran jóvenes y solo algunos de ellos mencionaron a la iguana. Venían de Ourense, de Pontevedra, de Coruña y de Madrid. Eran parejas, amigos y algunas familias enteras, con todos sus miembros. El reclamo musical trajo a Vigo a la mayoría de ellos, aunque en casos como el de Germán (Pontevedra) o el de Rocío (Boiro), la razón del viaje fue disfrutar el ambiente del festival Latitudes, una iniciativa de la Xunta a través de la programación musical del Xacobeo y con la organización de Esmerarte. Les parecía el mejor plan posible. Y lo fue.
Aunque el día anterior ya no era, parecía serlo: todos hablaban de la locura de Mando Diao y contaron que habían visto a Two Door Cinema Club. Que estuvieron soberbios, los últimos, pero lo importante parecía ser haberlos visto. Lo mismo pensarán algunos hoy con Iggy Pop y puede ocurrir en el futuro con las bandas viguesas, pero el aforo estaba todavía a medio gas y solo aquella inmensa minoría podrá contarlo.
Furious Monkey House: Unos «chavales» muy grandes
La promesa gallega del rock es joven pero los Furious Monkey House ya no son unos niños. Algunos lectores no sabrán quién es este grupo de estudiantes de Pontevedra que con 12 años de media grabó en Abbey Road un disco llamado RUN. Desconocerán que ese mismo año fueron la banda sonora de spots de grandes marcas e hicieron sus primeros festivales. Que firmaban discos al salir del instituto. Lo siguen haciendo.
Había más adultos que jóvenes celebrando su actuación. Todos muy pendientes a la forma con la que la garganta aterciopelada de Martiña moldeaba los versos porosos de los nuevos temas. Hace dos años que trabajan en su nuevo álbum. Está a punto de publicarse y «se lo han currado un montón». «Estos chavales son muy grandes», comentó uno de los asistentes a su compañera.
Carlota aporreaba la batería con ímpetu, como si no existiera nada más en el mundo. Amaya en el teclado, discreta y necesaria como el arma más letal. Diego rasgaba su guitarra y la usaba de escudo, Irene jugaba con la suya mientras interactuaba con la cantante. Sus composiciones, de clara influencia británica rozan, sin pretenderlo, el grunge. Por Martiña. Por su voz.
Son adolescentes de enorme talento subidos a un escenario. Salieron en prime time en programas de televisión con proyección estatal. Reconocen su valía personalidades reconocidas del panorama nacional. Pero no son divos. Poco pareció faltarle a Martiña para enrojecerse ante un público al que no parecía saber que se estaba comiendo. No son Iggy Pop, no tuvieron tiempo.
Cuando se fueron ya hacía falta una rebeca. Debajo de las camisas multicolor se estremecían pieles de gallina. Brazos apretados contra un pecho comprimido. Circunstancia de sonrisas y sonrisas de circunstancia.
Aphonnic: potencia con conciencia
A partir de las 20:00 el recinto empezó a llenarse y la barra a apelotonarse de grupos de amigos. Pompones de gente en el muelle de Transatlánticos. Las 8 mesas de la zona gastro ocupadas con grupos comiendo, llenando el estómago antes del plato fuerte: Iggy Pop y The Vaccines. Pero antes tocaba Aphonnic, y tocó como un grito de rabia. Como un cristal roto de una pedrada.
Una voz limpia, un directo impecable y composiciones empañadas de denuncia. Chechu, el vocalista, llegó a sus seguidores y a quienes no pretendían serlo. Es el caso de Manu, que se compró el abono para el festival y quiso saber «de qué rollo iba ese grupo». Le gustó en su casa, pero en directo contenía la respiración. Estaba solo. Disfrutaba mucho: «Me encantan las interacciones del vocalista con la gente, todo lo que dice, su afán por crear conciencia social, el contenido de sus letras… y tremendo directo. Son buenísimos».
El Latitudes se supera, el ambiente se caldea a las 22:00. Viene Iggy Pop, la iguana está en Vigo.