En el nuevo bar de tapas del número 16 de la calle Teófilo Llorente la carta es breve pero selecta: se sirven tapas y pinchos tradicionales con recetas originales y una elaboración «laboriosa, larga y lenta para que «llegue lo mejor a cada plato».
Los artífices de esta propuesta son Natalia Rey y Andrés Otero que apuestan por «servir pocos platos pero muy bien hechos». Si bien ambos la acogida del nuevo local, no esperaban semejante boom. Tal fue el trasiego que se han quedado sin materia prima el primer fin de semana. El boca a boca hará el resto.
El nombre de los jóvenes se ha publicado recientemente en VIGOÉ, son dos de los socios del bar cultural egipcio que abrió sus puertas a principios de octubre en el local aledaño. «En Templo no tenemos cocina y queríamos solventar esa carencia, dividiendo la propuesta gastronómica y la de ocio en dos locales diferentes completamos un plan de primera hora: la cena y las primeras copas», cuenta la joven. Los apoyan dos socios capitalistas: Marcos Verísimo y Juan Carlos Rey.
El local, de 150 metros cuadrados, tiene unas vistas privilegiadas de la ría. Ocupa el espacio en el que hasta hace poco se encontraba Terra Bowls, del que conserva la decoración parte de la esencia. La filosofía que aporta La Tapadera es la de que «Compartido todo es mejor», cuentan sus ideólogos, que buscan que sus clientes «hablen, interactúen y disfruten en grupo de sus propuestas gastronómicas: «Queremos ser ese sitio a donde ir a cenar cuando no sabes a dónde ir a cenar. Lo que ofrecemos es rápido, sencillo y bueno. El sitio que nunca falla, el que recomendarías a tus amigos».
Tortillas rellenas jugosas y croquetas crujientes que se desparraman
En La Tapadera se sirven tapas tradicionales pero con un punto de originalidad de las recetas y una elaboración trabajada que convierte en únicos los matices de cada plato. Si bien la carta cuenta con tapas y pinchos típicos de la gastronomía nacional, desde las tablas de queso al chorizo al vino lo que los diferencia es la tortilla de patatas y las croquetas.
En el caso de la tortilla rellena exportan el concepto del País Vasco, consideran que es un plato que no se ve demasiado en Vigo y les resultó interesante incluirlo en su recetario. Andrés, el chef del establecimiento, consigue un resultado suculento. Con una tortilla de patatas pueden comer dos personas y el resultado es fluido e intenso, la textura jugosa y se aprecian los sabores perfectamente equilibrados de cada ingrediente.
Sirven tres variedades: con cebolla caramelizada, con cebolla caramelizada y queso de cabra y con chorizo, aunque adaptan las recetas al paladar de los comensales.
En cuanto a las croquetas, el chef tarda en elaborarlas más de 24 horas: en el caso las de jamón, el hueso queda macerando una noche y la masa reposa durante un día para que se empape del sabor de los ingredientes: «Las croquetas tienen que estar muy crujientes por fuera y, cuando las muerdes, deben fundirse, desparramarse». El primer fin de semana se agotaron existencias.
Conseguir la mejor versión de las croquetas de calabaza y queso fue un reto para ellos: «Tenemos que borear y caramerizar la calabaza hasta conseguir la textura que queremos, es una receta propia». En cuanto a las de calamares en su tinta, también necesitan mucho tiempo y arrasaron el pasado fin de semana: «Queríamos hacer unas croquetas con algo del mar y una receta propia que otorgara el mejor resultado y creo que lo conseguimos».
Los jóvenes hosteleros aspiran a ampliar la carta poco a poco buscando sabores diferentes y poniendo en todo momento atención en los reclamos de sus clientes. El precio también es suculento: entre 10 y 20 euros por persona, depende del apetito.