El Auditorio Mar de Vigo se ha convertido, desde el pasado 15 de diciembre y hasta el próximo 26 de febrero, en el primer espacio en el que se desencadena la experiencia inmersiva ‘Vanguardias: El arte que soñó con cambiar el mundo’. Esta iniciativa toma la ciudad olívica como punto de partida de su gira por España.
El aperitivo de la muestra presenta el contexto histórico y artístico de la Europa de principios del siglo XX, la época en la que se gestaron las vanguardias. Los datos se presentan en una estructura de estilo industrial con un método de paneles superpuestos que otorgan la documentación e infografía que explica el nacimiento y la razón de ser de los diferentes movimientos, así como los datos biográficos y cualidades que describen a sus artistas más representativos: Edvuard Munch, Juan Gris, Amedeo Modigliani, Ernst Ludwig Kirchner, Robert Delaunay, Alexej von Jawlensky, August Macke, Franz Marc, Egon Schiele, Kazimir Malevich y Vasili Kandinski
En el momento en el que VIGOÉ asiste a la muestra coincide en el recorrido con varios grupos de personas fascinadas por las coincidencias sociopolíticas que aprecian entre la Europa retratada y la actual. El primero de los simbólicos “puentes” a los que se hace referencia.
Algunos de los allí presentes acudían individualmente y atendían a los datos que proporcionaban los responsables de la visita guiada a los diferentes grupos: uno de ellos formado por personas jóvenes, presumiblemente estudiantes, que interactuaron con el personal de la sala y con la obra con la curiosidad que cualquier maestro desearía despertar en un alumno.
Un segundo grupo estaba formado por personas con movilidad reducida y viajó sin dificultades por la travesía multisensorial junto a sus acompañantes.
Un espectáculo para los sentidos
La exposición está concebida y estructurada para que, independientemente del bagaje previo de los visitantes, la inmersión sea plena. Con todas las consecuencias que implica.
Si la antesala del recorrido sitúa al visitante en el tablero de ajedrez, la segunda parte implica una incisión sin sutura en el subconsciente del artista, de la que brotan sus pasiones, inquietudes, obsesiones, miedos y fobias. Consigue que el visitante deje de pertenecer al mundo en el que vive para dar un breve e intenso paseo por la mente de los genios pictóricos.
El espacio de 400 m2 se convierte en un universo que irradia estímulos audiovisuales durante 40 minutos que impactan a los 5 sentidos: mientras se proyecta, por ejemplo, la obra de Modigliani en diferentes perspectivas, el sonido que lo acompaña, sus colores y formas, el dinamismo de la imagen y la composición digital embarga al asistente de la sombra de melancolía que bañó su obra.
Los trazos, el movimiento y los colores de Munch toman dimensiones nunca vistas: sus obras se acercan, giran y se presentan rodeadas de recursos que potencian aún más, si cabe, las emociones y angustias que el autor expresó en sus cuadros de forma magistral. El nihilismo de Kirchner y la desazón que representa en los desnudos que escandalizaron a una época casi se puede tocar a través de la manera en la que se acentúa la obra que recorre la sala.
La composición digital juega un papel decisivo en la evasión del espectador. Resulta complicado poner atención en ninguna otra cuestión más allá del arte en unas instalaciones que se apoderan de todos los sentidos.
Experiencia interactiva
El recorrido finaliza con la visita a varias instalaciones interactivas que permiten al visitante convertirse en el protagonista de un cuadro de Munch, desordenar una composición de Kandinsky o jugar con una obra a un ejercicio de mímesis en el que la composición imita sus movimientos.
En este espacio adultos y niños completan una experiencia en la que las cámaras de los móviles se convierten en un elemento protagonista dadas las curiosas y llamativas posibilidades que se ofrecen para compartir en redes sociales.
El semblante de los asistentes cambiaba a la velocidad de los fotogramas, algo que habría dado por satisfechos a todos los artistas de vanguardia independientemente de su naturaleza personal, porque ése era el objetivo de su arte: generar movimiento en las entrañas de la sociedad. En su momento Edvuard Munch resumió: “No voy a pintar más interiores con hombres leyendo y mujeres tejiendo. Voy a pintar personas que respiran, sienten, sufren y aman”.