En junio de 1968 coincidieron en las semifinales de la Copa del Generalísimo el Real Madrid y el RC Celta. En el partido de ida vencieron los celestes por 3-2 con goles de Cantero, Manolo y Lezcano, mientras en el de vuelta el equipo blanco se desquitó y venció por 3-0 a los vigueses, con dos goles de José Luis y uno de Amancio.
Traigo a colación esta eliminatoria porque muchos años más tarde un jugador céltico, que estuvo esa tarde en el Santiago Barnabeu, me contó una anécdota. Y es que cuando el encuentro todavía estaba a empate sin goles y los vigueses peleaban duro, escuchó al árbitro decirle a un linier «estos paletos se creen que van a pasar». Más tarde la calidad del equipo merengue se impuso y acabaron ganando al equipo vigués, y el Celta se quedó con las ganas de llegar a la final.
Debo decir que aquel árbitro no era un cualquiera, era el número uno del arbitraje español, con apellido compuesto, buena planta y solía intervenir en un programa de fútbol en aquella época en Televisión Española. Las palabras de este señor fueron muy significativas y lo querían decir es que si el Madrid tenía algún problema y pudiera quedar eliminado ya se ocuparía él de que eso no sucediera.
Esto era el año 1968, a siete del fin del franquismo. Esta semana ha salido en toda la prensa nacional (e internacional) la siguiente noticia: «El FC Barcelona pagó 1,4 millones de euros entre 2016 y 2018 a la empresa del entonces vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros de la Real Federación Española (CTA), José María Enríquez Negreira, por supuestas asesorías sobre colegiados. La Fiscalía ha abierto una investigación ante la sospecha de que esta relación comercial pudo incurrir en corrupción en los negocios, un delito que se castiga con penas de hasta seis años de cárcel para directivos de entidades deportivas y con multas o incluso la disolución de los clubs.
Debido a esta investigación la Agencia Tributaria interrogó al señor Enriquez Negreira y éste declaró: «el Barcelona quería asegurarse de que no se tomaban decisiones arbitrales en su contra. Es decir, que todo fuera neutral». En román paladino lo de neutral quiere decir que los árbitros debían pitar a favor del equipo azulgrana.
El ex árbitro Andújar Oliver, preguntado al respecto de estos hechos manifestó que «el hijo de José María Enríquez Negreira trataba de forma muy cercana con los colegiados cuando pitaban en Cataluña, en los partidos importantes del Barcelona en su campo, el hijo de Enríquez Negreira, que estaba también metido en el Comité Técnico, llamaba a los árbitros preguntando en qué hotel estaban y les decía que él les llevaba al campo».
Al saber esto los aficionados nos preguntamos, ¿durante ese trayecto hasta el Camp Nou es posible que el hijo del señor Enriquez Negreira fuera aleccionando al colegiado de turno sobre la forma en que debía pitar ese encuentro?
Hay que decir que el club FC Barcelona que presume de valores ha tenido a cuatro presidentes (Núñez, Gaspart, Laporta y Rosell) que han visitado, en algún periodo, un establecimiento penitenciario. Así que llueve sobre mojado.
Sería deseable que los organismos competentes en el caso investiguen y aclaren bien lo sucedido, porque si no cuando un aficionado vaya a comprar su entrada para un encuentro de nuestra liga puede que se ponga a pensar: ¿el espectáculo que voy a ver será limpio o solamente un paripé para que siempre ganen los mismos?
De ahí que en el título de estas líneas recomendemos al señor Carlos Mouriño que retire al RC Celta de la competición oficial, porque todo indica que está (supuestamente) y absolutamente amañada.
Por cierto, cuando a los periodistas deportivos catalanes se les pregunta por este caso, en su mayoría, responden «¿cómo dice, Enriquez Negreira? No nos suena, no conocemos a ese señor».
Y así se escribe la historia.